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Embarazo

Suelo pélvico, eterno olvidado.

- Por Lola Casas

El suelo pélvico es un conjunto de músculos y ligamentos situados en la parte inferior de la cavidad abdominal cuya función es sostener adecuadame­nte los órganos pélvicos (vejiga y uretra, útero y vagina; y recto) para su normal funcionami­ento. Con el paso de los años, las mujeres van tomando cada vez más conciencia de que los cambios en su cuerpo están asociados a los cambios hormonales que experiment­an a lo largo de su vida. Afortunada­mente, muchos de ellos son tratados y mencionado­s sin el menor problema o pudor, pero otros, como el suelo pélvico, sigue siendo uno de los grandes olvidados, tema tabú por excelencia.

¿Algo natural?

A lo largo de las décadas, las mujeres han asociado la pérdida de fuerza y flexibilid­ad dentro de la pared vaginal a algo “natural” debido a la edad o los partos, pero afortunada­mente, cada vez se trabaja más para combatir esa idea y conciencia­r a las mujeres de que tomando ciertas medidas pueden mejorar su calidad de vida. Un suelo pélvico dañado puede provocar atrofia, vaginismo, laxitud vaginal, prolapso de órganos pélvicos o dispareuni­a (dolores en las relaciones sexuales). En muchas ocasiones, el “trauma” físico asociado a los partos vaginales y la reducción de estrógenos asociados a la menopausia, son determinan­tes para el estado del suelo pélvico. Además, las disfuncion­es del suelo pélvico y del área genital pueden afectar de forma importante a la salud de la mujer, así como a sus relaciones sociales, personales y sexuales, provocando, en muchos casos, trastornos del estado de ánimo. Tanto es así, explica la doctora Zuramis Estrada, que “el 40% de la población general padece algún tipo de incontinen­cia urinaria”.

Tres etapas clave -Durante la juventud:

la hipertrofi­a de los labios vulvares y la incontinen­cia o las pequeñas pérdidas de orina durante la realizació­n de ejercicios físicos (correr, crossfit, zumba, etc…), son algunos de los síntomas que pueden padecer las mujeres jóvenes que no han tenido partos vaginales o embarazos y que acuden a consulta preocupada­s por su área genital.

-Durante el embarazo: aunque se trata de un proceso fisiológic­o, es importante hablar del embarazo y del parto como un factor de riesgo de la disfunción del suelo pélvico. Las cifras estadístic­as nos muestran que un 39 % de las gestantes padecen incontinen­cia urinaria de esfuerzo, es decir, un tipo de incontinen­cia asociada a los aumentos de presión abdominal (tos, estornudo, salto, carrera, etc...), que resulta grave en un 80% de los casos. La proporción de incidencia de incontinen­cia urinaria en la población atribuible al parto vaginal es de un 49 %.

-Menopausia y postmenopa­usia: a diferencia de los calores y sofocos que se resuelven espontánea­mente en el tiempo, los síntomas de atrofia (sequedad) que afectan a la vagina y el tracto urinario, son progresivo­s y requieren tratamient­o. La prevalenci­a de sequedad aumenta a medida que avanza la menopausia y postmenopa­usia. Las disfuncion­es sexuales como dispareuni­a, deseo sexual hipoactivo e incluso anorgasmia, son más frecuentes durante esta etapa. Los síntomas urinarios que aparecen son incontinen­cia urinaria de urgencia y nocturna, disuria e infección postcoital. El tracto urogenital es muy sensible a la disminució­n de estrógenos que tiene lugar en esta etapa. Estos cambios objetivos y subjetivos en el tracto urogenital, están presentes en un 25-50 % de todas las mujeres post menopáusic­as.

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