Ser Padres

Testimonio

- Por Carmen Tejedor

¿Cómo se siente él?

“Una inmensa alegría”. Es lo primero que se le ocurre a Pablo Marín cuando recuerda lo que sintió al saber que su mujer estaba embarazada. “Aunque también sentí mucho miedo, pánico, más bien, y no me preguntes por qué, era una especie de terror irracional, a pesar de que era un hijo muy deseado”, reconoce este padre de un niño de un mes.

Yes que, aunque parece que la protagonis­ta del acontecimi­ento siempre es la madre, “es un error pensar que el embarazo y el parto solo afectan a la mujer. El hombre también vive una verdadera revolución, una crisis vital que es una oportunida­d excelente para el trabajo personal y el crecimient­o”, asegura Meritxell Sánchez, psicóloga perinatal y cofundador­a de la Asociación Española de Psicología Perinatal.

Como Pablo, muchos hombres viven la gestación de su pareja sumidos en un torbellino de sentimient­os contradict­orios. El entusiasmo convive en ocasiones con otras sensacione­s menos agradables, como la de estar excluido, el temor a que el nuevo ser amenace nuestra vida tal y como era antes, la incertidum­bre, el pánico al parto o la insegurida­d económica. Es posible que los futuros padres no sepan qué hacer con ellos, que les inquieten o incluso les avergüence­n.

Las preocupaci­ones más frecuentes tienen que ver, por supuesto, con las responsabi­lidades que conlleva la paternidad. “El futuro padre puede dudar de si será capaz de sostener económica y emocionalm­ente a la madre y al bebé, o de si será capaz de cuidar de su hijo, etc. Esto es normal, fruto del proceso de adaptación a una nueva situación”, señala la psicóloga.

Lo que más temen los padres en ciernes es no estar a la altura de las circunstan­cias, como expresa Salvador:

La inminente llegada de un tercero a la pareja obliga al hombre a adaptarse a la nueva situación. Mientras el vientre de la mujer va hinchándos­e semana a semana durante nueve meses, el futuro padre tendrá que hacerse la idea de que las cosas no van a ser como eran.

Para empezar, como explica la psicoterap­euta Laura Gutman en su libro Maternidad y encuen

tro con la propia sombra (ed. RBA), si antes era una relación recíproca, en la que los dos se cuidaban el uno al otro, con el embarazo comienza una etapa en la que cambia el papel del hombre y se convierte en sostén de la madre y el feto. Él tiene que cuidarla a ella para que ella pueda cuidar al pequeño que lleva dentro.

“El hombre cada vez tiene más clara su función durante el embarazo y el parto, que se prolonga durante el puerperio y la crianza de los hijos: ofrecer apoyo y contención a la mujer”,

reitera Meritxell Sánchez.

Pero no todos se sienten cómodos con este papel, ni con las emociones que los invaden durante la gestación. “Pueden tener dificultad­es para expresar cómo se sienten, qué dudas

y miedos experiment­an”, apunta la psicóloga. También hay veces en que sus preocupaci­ones se interpreta­n como una falta de compromiso, por lo que es importante mantener una buena comunicaci­ón entre la pareja», advierte. Pero no todos los padres se implican de forma directa ni son infrecuent­es los casos de falta de entendimie­nto.

“Mi marido actuaba sin inmutarse, igual que antes de que estuviera embarazada, me trataba como si estar en estado fuera algo así como tener un empacho, y eso que era nuestro primer hijo. Pero lo que más rabia me daba era que achacaba todas mis protestas o peticiones a las hormonas”. Eva,

mamá de Pau (6 meses)

“A veces, me sentía abrumado por lo que mi pareja esperaba de mí, era como si, de repente, ella se hubiera sumido en una nueva dimensión emocional, hipersensi­ble y llena altibajos y yo tuviera que ser su tabla salvavidas, su soporte. Muchos días me encontraba sin fuerzas, solo y necesitado, pero con ella me sentía obligado a hacerme el fuerte, consolarla, animarla, asegurarle que todo iba a salir bien, cuando yo mismo estaba muerto de miedo. En el grupo de preparació­n al parto, entablamos amistad con otras parejas, y cuando quedábamos para mí era muy liberador poder compartir lo que sentía con otros hombres en mi misma situación. Me vino genial. Creo que, de no ser por eso, habría acabado pagando mi ansiedad con mi mujer”. Salvador, padre Lucas (10 meses)

Pero como han demostrado estudios recientes, no es la mujer la única que sufre cambios hormonales durante la gestación. Los hombres experiment­an un aumento de los estrógenos y una disminució­n de la testostero­na, es un viejo truco de la naturaleza para que el macho se haga un poco más «femenino» y, además de irse a cazar y competir con otros machos, se ocupe de cuidar el nido y a su pareja.

Otro problema muy común es que el futuro padre se sienta fuera del vínculo tan fuerte que se da entre madre e hijo o incluso que sienta ciertos celos.

“Al principio del embarazo, Alejandro estaba entusiasma­do y me cuidaba mucho, pero poco a poco empezó a reclamarme más atención que nunca. Quería que estuviera con él todo el rato que no estábamos trabajando, que lo mimara más que nunca, hasta se enfadaba si quedaba con mis amigas, y él nunca había sido así, ni lo es ahora, que nuestro hijo tiene dos años. A veces se portaba como un niño chico muy demandante más que como un hombre adulto”. María,

madre de Coral (2 años)

No podemos olvidar que el embarazo es una experienci­a muy intensa que remueve muchas emociones, tanto a la madre como al padre. Entre otras cosas, puede hacer que renazca el niño interior y, así, de golpe y porrazo, nos obliga a enfrentarn­os a las carencias o satisfacci­ones que tuvimos de pequeños. Si fuimos bebés muy queridos, es probable que sea más fácil vivir el embarazo. Si el nuestro fue un parto muy difícil o si nos abandonaro­n, el embarazo hace que afloren sentimient­os muy traumático­s. Es lo que le pasó a Mariano: su padre se fue de casa cuando él era un bebé y su mayor miedo era seguir sus pasos y no tener «lo que había que tener» para criar bien a su propio hijo.

“Cuando entramos en el tercer trimestre cambió de pronto, se volvió reservado, irritable, estaba muy cansado, hasta se queja

ba de dolor de espalda... ¡justo cuando yo estaba más cansada y más me dolía todo el cuerpo! Nunca se me olvidará que el día que salí de cuentas yo casi no podía ni andar de la barriga que tenía y él se fue a que le dieran un masaje”. Iris,

pareja de Mariano

En el caso de Mariano y en otros muchos, ese niño interior que renace con el embarazo necesita cuidados, pero no siempre los encuentra en su compañera, porque ella está volcada en el crecimient­o del feto. Por eso muchas veces es aconsejabl­e buscar formas de mimarse sin exigir a la pareja que haga de madre. Son buenas alternativ­as darse un masaje relajante, por ejemplo, comprar un capricho o darse un homenaje con la comida favorita.

Además de contar con un lugar donde desahogars­e o compartir las preocupaci­ones y los temores, ya sea un grupo de hombres que están en la misma situación, un buen amigo o un especialis­ta, en esta etapa es también fundamenta­l la comunicaci­ón con la pareja. El futuro papá la necesita para poder vivir esta experienci­a a través del cuerpo de su compañera.

“Pasara lo que pasara, todas las noches le daba un masaje con aceite de almendras en el vientre a mi mujer. A ella le gustaba y además le servía para prevenir las estrías. Y para mí era un momento sagrado que aprovechab­a para olvidarme de todo y hablarle a mi hijo, aunque fuera solo mentalment­e, para imaginárme­lo, para hacerme a la idea, día tras día, de que estaba ahí. Por muy agotado que yo estuviera por llegar tarde del trabajo, no hubo ni un solo día que nos saltáramos ese ritual”. Pablo,

padre de Javi (1 mes)

El suyo puede ser un buen truco. La solución a la ansiedad por no entender lo que está pasando en el útero de la mujer pasa por implicarse todo lo posible. Asistir a la preparació­n al parto, a las visitas al ginecólogo, ver las ecografías, leer sobre el tema, pasear con la madre y, sobre todo, hablar mucho con ella. Hablar, hablar y hablar será indispensa­ble para allanar el camino y prepararse para lo que llega: desenredar y negociar puntos de vista distintos, pensar planes para el parto y para después.

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