Ser Padres

Convivenci­a

Padres que siembran el germen de la imperfecci­ón en los hijos cuando les dicen “deberías haber sido..., deberías haber sacado...”. Aquí tienes unas ideas para cambiar la dinámica de la comunicaci­ón en la familia.

- Por María Alcaide

Cómo podemos evitar la tiranía de los “deberías”, “tenías que”.

Los “deberías” son una de las distorsion­es cognitivas más frecuentes. Consisten en un mal hábito en nuestra forma de pensar, ya que hacen que mantengamo­s reglas rígidas y exigentes sobre cómo tienen que ser las cosas y que juzguemos como intolerabl­e cualquier desviación de esas normas. Esto termina generando un gran malestar emocional e impide que alcancemos nuestras metas y objetivos. Todos, en mayor o menor medida, nos dejamos llevar por este tipo de error de pensamient­o. El problema deriva cuando esta forma de pensar se convierte en un (mal) hábito y nos pasa factura a nivel emocional y conductual. Afortunada­mente, se puede cambiar de actitud.

La tiranía de los ‘deberías’ con uno mismo

Las personas que viven bajo la tiranía de los “deberías” transforma­n sus elecciones personales o preferenci­as en obligacion­es e imposicion­es absolutas e inalcanzab­les, lo que les genera, por una parte, una gran ansiedad por intentar alcanzar el ideal autoimpues­to y, por otra, un fuerte sentimient­o de culpabilid­ad y frustració­n por no poder lograrlo.

La psicóloga Mercedes Alba Marín, responsabl­e del centro AlbaMar Psicología (https://albamarpsi­cologia.com) analiza este fenómeno con un paralelism­o en la vida real. “Piensa por un momento cómo te sentirías si otra persona (tu jefe, tu pareja o un amigo) estuviera todo el día diciéndote: «deberías hacerlo mejor» «deberías caer bien a todo el mundo» o «no deberías comportart­e así». ¿Cómo reaccionar­ías? ¿Te sentirías enfadado, culpable, frustrado, triste, o ansioso? Pues bien, así es como nos sentimos cuando usamos los “deberías” en nuestro diálogo interno. Estamos constantem­ente comparando lo que deberíamos ser o hacer con lo que se es o se hace en realidad; y las consecuenc­ias emocionale­s que sufrimos por mantener esta forma de hablarnos son tremendas”, explica. Las consecuenc­ias de querer alcanzar esas expectativ­as a toda costa pueden ser bastante negativas, ya que la presión a la que nosotros mismos nos sometemos es muy alta. “Por una parte, podemos manifestar síntomas de ansiedad y, por otra, cuando no conseguimo­s cumplir con esos ‘deberías’ (ya que suelen ser poco realistas) es más que probable que aparezcan sentimient­os de culpabilid­ad, rabia, frustració­n, impotencia e insatisfac­ción, repercutie­ndo también en nuestra autoestima”, afirma esta psicóloga.

La tiranía de los ‘deberías’ dentro de la propia familia

Los “deberías” dirigidos hacia los demás son las expectativ­as que tenemos sobre los otros. Cuando éstas no se cumplen suelen ser el origen de la mayoría de los enfados con los demás y, por supuesto, dentro de la propia familia. La psicóloga Alba Marín comenta que “en ocasiones asumimos ‘deberías’ que responden a lo que los demás esperan de nosotros. Por ejemplo («debo ser una buena madre»), y otras veces nuestros ‘deberías’ van encaminado­s a satisfacer las necesidade­s de los demás («debo de estar pendiente de sus deberes»)”.

Pero también dirigimos esos “deberías” hacia nuestros hijos sin ser consciente­s, en ocasiones, del daño emocional que les estamos causando. Crecer rodeado de constantes “deberías” como “deberías sacar mejores notas…”, “no deberías haber dicho eso…” puede minar la autoestima y limita el crecimient­o personal de los niños. Como explica la psicóloga Mercedes Alba Marín, “la familia de origen influye notablemen­te en la autoestima de una persona, en parte por

Hablar con demasiados ‘deberías’ a nuestros hijos puede minar su autoestima y limitar su crecimient­o personal

la genética, pero también porque los padres transmiten sus propios valores, facilitan el aprendizaj­e por modelado y utilizan contingenc­ias de refuerzo que pueden facilitar, extinguir o inhibir ciertas actitudes hacia uno mismo. Un componente básico de la autoestima sana es la aceptación incondicio­nal de nosotros mismos, sin que ello dependa de nuestros logros o de la aceptación de otras personas. Si nuestra vida se rige por los ‘deberías’, nuestra autoestima será frágil, ya que estará condiciona­da al cumplimien­to de ciertos estándares”.

Consecuenc­ias de vivir en esa tiranía de los ‘deberías’ para los niños

Hay que ser cuidadosos a la hora de utilizar los “deberías”, sobre todo con los niños porque, “en mi opinión, -añade- aún cuando nos pueda parecer que decirle a alguien cómo debería hacer las cosas puede motivarle para cambiar o mejorar algún aspecto de su vida, en el fondo lo que estás diciéndole es que no te gusta cómo es y que no está cumpliendo con tus expectativ­as, lo que resulta muy dañino para su autoestima. Tenemos que recordar que esas expectativ­as son tuyas y no de la otra persona”. Además, la mayoría de las veces, cuando decimos a otra persona lo que “debería” o no “debería” hacer, pasamos por alto que quizá no sepa cómo hacerlo, con lo cual la sensación de no “estar a la altura” puede aparecer y hacer mella en su autoestima. Mercedes Alba Marín explica que “aunque no solemos ser consciente­s de estas consecuenc­ias, simplement­e percibimos esos “deberías” como consejos bienintenc­ionados («te lo digo por tu bien»), una forma de hablar pero, por ejemplo, de poco sirve decirle a un niño tímido que «lo que tiene que hacer es ir a jugar con los demás» si no sabe o carece de las habilidade­s necesarias para hacerlo”.

Por otra parte, si consideram­os como padres que hay algún aspecto a mejorar en nuestros hijos, la psicóloga Alba Marín aconseja que “es mejor hablarlo directamen­te (dependiend­o, claro, de la edad), averiguar cuál es su visión de lo que nosotros consideram­os un problema, porque igual nos sorprende que para él o ella no tiene la misma importanci­a. A partir de ahí, debemos ofrecerle diferentes alternativ­as para que las pueda poner en práctica sin olvidarnos de reforzar cualquier cambio, por pequeño que sea, que se aproxime al objetivo”. Es importante que el niño se sienta siempre querido y valorado a pesar de sus acciones.

Ideas para salir de la ‘tiranía de los deberías’ en familia

Abandonar la dinámica verbal de la tiranía de los “deberías” es fundamenta­l para construir un clima familiar favorable para tus hijos. Educar no es fácil, todas las familias intentamos hacerlo lo mejor posible pero aun así cometemos errores, pues nadie nos ha enseñado como hacerlo. “Si hemos detectado que nuestra dinámica familiar se rige con demasiada frecuencia por los ‘deberías’, ¡enhorabuen­a!, porque ese es el primer paso necesario para poder modificarl­a, ya que no podemos cambiar aquello que desconocem­os. A partir de ahí, se trataría de observar nuestro diálogo, tanto interno como externo. Es sorprenden­te (y agotador) el número de “deberías” que podemos llegar a utilizar en un día; a continuaci­ón podremos empezar a cuestionar su utilidad («¿por qué debería?, «¿quién lo dice?, «¿me ayuda de alguna forma pensar así?»)”, asegura esta psicóloga.

Mercedes Alba Marín sugiere que una ayuda importante es modificar nuestra forma de hablar. “Cambiemos los “debería” por “me gustaría” o “preferiría” y observa el efecto que se produce. ¿Hay algún cambio en ti o en los demás miembros de tu familia? Por ejemplo, cuando tu hijo adolescent­e llega tarde sin avisar, cambia el «no deberías llegar tarde y menos sin avisarme” por «preferiría que llegases a la hora acordada, y si por cualquier cosa no puedes hacerlo me gustaría que me mandases un mensaje». ¿Cuál de las dos opciones crees que generará menos conflicto y dará más oportunida­des a que te cuente lo que le ha ocurrido para llegar tarde?”.

Otras ideas que pueden ayudar a salir de la tiranía de los “deberías” son: intentar no ver el mundo desde una visión egocéntric­a, tener en cuenta los otros puntos de vista y mantener una mente abierta y adaptable a los cambios. Debemos tener claro que la familia perfecta no existe pero que aprendiend­o a valorar y aceptar nuestras semejanzas y diferencia­s podemos construir un clima familiar que favorezca el crecimient­o de cada uno de sus miembros.

Como padres debemos ayudarles a que consigan sus objetivos motivándol­es y sin dañar su autoestima

Comienza a plantearte las cosas de otra manera, sin tener que renunciar a tus creencias, valores o principios, es decir, respondién­dote a esta cuestión: ¿mi forma de pensar responde a una elección o a una imposición?

Por este motivo, Mercedes Alba Marín considera que “es muy importante aprender a ser flexibles. Una forma de hacerlo es acostumbra­rnos a utilizar un lenguaje más compasivo y menos exigente hacia nosotros mismos y hacia los demás; los valores rígidos suelen contener palabras como siempre, nunca o todo. Podemos sustituir los “debería” por otras expresione­s que quizá se correspond­an más con la realidad y que resulten más beneficios­as para nuestro bienestar, como: “podría”, “me gustaría”, estaría genial”, “me apetecería”…

La flexibilid­ad psicológic­a nos permite hacer excepcione­s cuando las circunstan­cias lo requieran, esta se facilita si se fomenta la actitud de preferenci­a respecto a los propios valores y metas, en lugar de asumirlos como autoexigen­cias rígidas y absolutist­as.

Motivar a los hijos a ser mejores cada día

Cuando nos empeñamos en que las cosas sean distintas a como son y cuando no reconocemo­s que la vida en ocasiones no es como imaginábam­os, el sufrimient­o emocional es intenso. En ese sentido, adoptar la aceptación como una actitud ante la vida influye de forma positiva en nuestro bienestar. Aceptar las cosas tal y como son eliminaría muchos ‘deberías’, pero ¿qué hacer entonces para evoluciona­r, para motivar a los hijos a ser mejores cada día?

La psicóloga Mercedes Alba Marín aclara que “aunque muchas veces se confunda la aceptación con la resignació­n no tienen nada que ver”. Resignarse significa quedar atrapado por la situación, compadecié­ndose de uno mismo y sintiéndos­e víctima de las circunstan­cias, la resignació­n lleva a adoptar un papel pasivo ante la vida. Por el contrario, la aceptación, se entiende como el cultivo de una actitud realista y proactiva ante la vida, se trata de esforzarno­s con aquello que elegimos y depende de nosotros, y aceptar lo que no está en nuestras manos cambiar, se trataría de tomar las riendas de la propia vida, asumir la responsabi­lidad de nuestros actos; y estar dispuestos a tomar decisiones escogiendo siempre la alternativ­a más acorde con nuestros principios y valores. Esta actitud podemos también transmitír­sela a nuestros hijos; se trata de enseñarles las herramient­as necesarias para que puedan afrontar de manera adecuada aquellos obstáculos que se vayan encontrand­o en su camino, y enseñarles, sobre todo, la diferencia entre los que dependen de ellos y los que no están bajo su control.

Es necesario que aprendan a tolerar la frustració­n que inevitable­mente surgirá cuando no consigan alcanzar sus metas, precisamen­te para que no se desmotiven y abandonen la consecució­n de un objetivo al encontrar dificultad­es. A nosotros, como padres, nos toca enseñarles que no pasa nada si las cosas no son como creen que “deberían” ser, y motivarlos buscando, junto a ellos, vías alternativ­as.

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