Ansiedad y estrés
El estrés y la ansiedad son dos de reacciones emocionales que, por lo general, ligamos a las personas adultas, pero la verdad es que podemos encontrarlas en todas las edades. También en los niños de corta edad y en los bebés.
¿Cómo puedes saber si la sufre tu pequeño?
Normalmente las palabras ansiedad y estrés están ligadas a significados negativos, pero tenemos que diferenciar entre dos tipos de estrés. El primero de ellos se llama eustrés y es el que ha permitido a los humanos sobrevivir a lo largo de los siglos. Por ejemplo, si vamos a cruzar la calle por un lugar inadecuado y vemos un vehículo acercarse rápidamente, nuestro cuerpo desencadena una serie de reacciones físicas que nos permiten salir corriendo y no ser atropellados.
El problema viene con el estrés malo o también llamado “distrés”, que puede aparecer puntualmente en nuestras vidas pero que si es continuado va desgastando a la persona y puede acarrear consecuencias físicas y psicológicas.
En cuanto a la ansiedad, normalmente se da cuando ciertas situaciones, objetos o personas nos superan y no sabemos enfrentarnos a ellas. Esta ansiedad produce un malestar que desencadena una serie de síntomas físicos, lo que se denomina “somatización”. Esta somatización es la transformación de síntomas psicológicos en síntomas físicos de una manera involuntaria (malestar gastrointestinal, taquicardias, sudor etc.). En el caso de bebés, niños y adolescentes, la guardería y la escuela pueden ser una fuente generadora de ansiedad (muchas veces puntual) debido a numerosos factores: la separación de los padres en los primeros años de vida, primeros exámenes, relación con los compañeros, etc.
■ Etapa de 0 a 3 años
Nuestro primer contacto con la ansiedad se produce nada más nacer, ya que el esfuerzo que debe hacer un bebé por respirar, el cambio de medio o de temperatura suponen una serie de situaciones a las que no estamos acostumbrados. La incorporación de la mujer a la vida laboral ha provocado que muchas familias tengan que dejar a los niños en la guardería a la edad de 4 o 5 meses y, aunque el tiempo que están separados
de sus familias puede ser poco (dos o tres horas), a veces provoca los primeros síntomas de ansiedad, como lloros al despertar o al ir a la guardería o que vomite la primera toma del día. También están más expuestos a enfermedades que debilitan sus defensas haciendo que sean más vulnerables.
En este momento es fundamental que los padres cuenten con herramientas para detectar la ansiedad y poder atajarla.
Entre los factores estresantes que podemos encontrar en esta etapa se encuentran algunos como los cambios de rutinas, en los turnos de trabajo de los padres, pasar muchas horas en la guardería, separación del entorno familiar al ir a un nuevo centro escolar o, en el caso de que los padres contraten a una persona que se haga cargo del bebé mientras ellos trabajan, tener que habituarse a ella.
Algunos de los síntomas que nos pueden ayudar a detectar que nuestro hijo sufre ansiedad en esta etapa pueden ser los lloros, dormir intranquilos o tener pesadillas cuando antes no las tenían, vomitar la primera toma de la mañana o que los cuidadores nos informen de que el niño está llorando todo el día (esto puede pasar sobre todo los primeros días pero es parte del proceso de acomodación del niño a la nueva situación). Y ante esta dinámica ¿qué podemos hacer los padres? Entre las acciones que rebajarán la ansiedad de los más pequeños se encuentran la de respetar las rutinas: que el niño duerma siesta en la guardería o en casa siempre que sea posible, intentar que el tiempo que pase en la guardería no sea excesivo, llevar al colegio su juguete favorito o que el niño vea que padres y cuidadores tienen una relación cordial y hablan entre ellos.
■ Educación infantil (3 a 5 años)
En esta etapa se produce, por lo general, una nueva ruptura con el ambiente y las rutinas a las que está acostumbrado el niño, ya que comienza “el cole de mayores”. Este cambio de ciclo supone nuevos profesores y compañeros e incluso, muchas veces, un cambio de centro, por lo que los primeros días el niño puede tener una sensibilidad mayor ante esos cambios.
Cambios de rutina, pasar muchas horas fuera de casa o quedarse a comer en el colegio pueden ser algunos de los factores estresantes entre los niños de estas edades.
Podemos empezar a pensar que están sufriendo ansiedad cuando lloran al llegar al colegio, vomitan o tienen dolor de estómago en el desayuno, duermen mal y/o tienen pesadillas, se vuelven a hacer pis por las noches, tienen peleas frecuentes con sus compañeros o los profesores nos informan de que el niño está triste.
Ante estas sospechas lo que podemos hacer es mantener una comunicación diaria con los profesores, tener cuidado con apuntarles a excesivas actividades extraescolares, llevar al colegio su juguete favorito (aunque no lo puedan sacar de la mochila) o ir unos días antes de empezar el curso al centro para que el niño vaya conociendo el nuevo entorno.
■ Educación primaria (6 a 11 años)
Es en esta etapa donde los niños comienzan un primer acercamiento a los exámenes y las calificaciones. Como padres tenemos que hacerles ver la importancia sobre todo de esforzarse. También es fundamental que les supervisemos las tareas y corrijamos los posibles errores que tengan para que se den cuenta de ellos en el momento, y no esperar a que sean corregidos en el colegio un día después. Pero esto no implica hacerles los deberes.
El comienzo de los exámenes, multitud de actividades extraescolares, falta de tiempo para jugar y estudiar, cambio de profesores y de compañeros de clase o mala comunicación entre los padres, son algunos de los factores que pueden hacer que el niño sufra estrés y ansiedad.
Entre los posibles síntomas se encuentran los lloros al llegar al colegio, dolor de estómago por la mañana, no querer levantarse diciendo que están enfermos, dormir con sobresaltos o tener pesadillas y comerse las uñas o tirarse del pelo. Lo que podemos hacer los padres es fomentar la autoestima del niño, no sobrecargarle con actividades extraescolares, empezar a introducir técnicas de estudio, utilizar técnicas de motivación en vez de castigarles, respetar sus rutinas, apoyarles si hay una bajada de notas (sobre todo si suspenden), y realizar con ellos ejercicios de relajación.