Malas contestaciones
Ese “no me da la gana” por parte de nuestros hijos nos saca de quicio. Te ayudamos a reconducir su conducta para que el respeto sea el protagonista en tu hogar.
Pautas para que hable bien.
Las malas contestaciones de los niños surgen como respuesta a algo que no aceptan y generalmente vienen después de haberles reñido por algo. No aceptan lo que se les dice y no reparan en utilizar palabras feas o un tono indeseable para expresar su opinión o sus sentimientos, según el caso.
Y por este motivo cabe preguntarse ¿dónde está el origen de las malas contestaciones? Sara Tarrés, licenciada en Psicología por la Universidad de Barcelona, y directora del blog mamapsicologainfantil.com, asegura que “está en un inadecuado manejo de la ira. Una emoción básica, que no debemos etiquetar como mala o negativa. Sencillamente es una emoción que como cualquier otra es necesaria para nuestra supervivencia”.
Pero, además existe una segunda razón anclada en el seno de la educación que es la sobreprotección infantil, una consecuencia de la hiperpaternidad que impera como modelo de educación en este siglo XXI y que muchos expertos consideran que es la causante de las malas contestaciones. “Una educación basada en un estilo
parental sobreprotector tiene como resultado, más que probable, niños con baja tolerancia a la frustración que buscan la gratificación inmediata sin tener que esforzarse ni tener en cuenta el valor de lo que cuesta obtener las cosas. Educar haciendo por ellos lo que ya pueden hacer por sí mismos, comprarles todo lo que desean o evitarles las consecuencias de sus actos les impide tener oportunidades de aprender de los errores y fracasos, de saber esperar o de apreciar el valor de esforzarse por conseguir sus objetivos”, asegura Sara Tarrés.
Y es que la sobreprotección es igual de dañina que el autoritarismo férreo, “porque en ambos casos se niega al niño o niña la oportunidad de ser ellos mismos. Al final, nos encontramos con niños con baja autoestima y mucha rabia acumulada”, aclara Tarrés.
Cuando las malas contestaciones son un problema
Estos malos modos, burlas, frases amenazantes… son todo un desafío para los padres, y no surgen de la nada, sino que por el contrario es un comportamiento que se va consolidando con el tiempo. Las malas contestaciones pueden aparecer a partir de los 3 o 4 años y evolucionan hasta ser preocupantes para los padres cuando los niños llegan a la preadolescencia a los 10-11 años. Se mantienen en el tiempo unas veces por imitación, cuando lo ven en hermanos mayores, otras porque las malas contestaciones resultan efectivas ya que con ellas consiguen llamar la atención de sus padres, que a veces es lo único que quieren o bien logran salirse con la suya. Sin embargo, generalmente, se mantienen porque los padres no hacen nada, es decir, no actúan para evitar discusiones o conflictos.
Para la psicóloga Sara Tarrés, las malas contestaciones son realmente un problema “cuando son sistemáticas o cuando nuestros hijos entran en una dinámica agresiva en la que para sentirse bien deben dañar a terceros y las relaciones familiares se ven gravemente afectadas. Cuando esto ocurre, en lugar de centrarnos en la conducta deberíamos averiguar qué es lo que le está ocurriendo emocionalmente”.
Por otra parte, es importante no perder de vista, que detrás de una mala contestación puede haber una señal de socorro, ya que “cuando un niño contesta mal a sus padres de forma recurrente, lo que está haciendo es pedirles ayuda. Para mí las malas contestaciones de nuestros hijos son, en muchos casos, un grito de auxilio. Una forma de buscar ayuda, a veces ni ellos mismos saben qué les pasa, sobre todo, cuando son muy pequeños. Entender así las malas contestaciones nos permitirá atender las verdaderas necesidades de nuestros hijos puesto que el problema no está en la conducta si no en algo más profundo que debemos trabajar”.
■¿Qué debemos hacer cuando nuestros hijos nos contestan mal?
Una de las primeras cosas que debemos tener en cuenta es no dejarnos arrastrar por la emoción que nos genera dicha respuesta, que suele ser la ira. Porque en caso de hacerlo entraremos en un bucle de rabia creciente, en la que no estaremos ofreciendo en ningún caso un ejemplo adecuado de gestión emocional. Recorde
Sobreprotegerlo tiene como consecuencia que su tolerancia a la frustración sea muy baja
mos que los niños aprenden observándonos y por tanto debemos ser modelos adecuados de autocontrol.
La psicóloga Sara Tarrés matiza que “si los adultos nos descontrolamos, difícilmente podemos esperar que un niño de 6 o 10 años se autocontrole, ya que por estructura cerebral y experiencia personal, tiene menos herramientas emocionales para aceptar la frustración y convivir con ella de un modo menos violento o agresivo. En segundo lugar, debemos intentar empatizar, ponernos en el lugar del niño y comprender qué ha sucedido para que la frustración se haya canalizado de forma violenta”.
Otro de los pasos que deberíamos hacer los padres es “ofrecer palabras a la emoción que siente y validarla para que nuestros hijos e hijas crezcan con una buena inteligencia emocional y aprendan a responder de forma asertiva. El uso de estas frases “entiendo que estás enfadado”,“sé que estás frustrado”o“¿puedo ayudarte?” pueden ser de utilidad, aunque dependerá de la edad del niño y de la situación.
Y por último, una vez ha pasado la tormenta emocional, intentaremos hablar de ello, dejar que explique por qué ha actuado de este modo, cómo se ha sentido, de qué otras formas podría haber reaccionado… ya que, como asegura la psicóloga Sara Tarrés, “castigar no va a resolver el descontrol verbal porque no le ofrece al niño ninguna alternativa, ningún modelo adecuado de cómo responder ante futuras situaciones similares. Por tanto, no aconsejo que haya consecuencias de este tipo ante las malas contestaciones de nuestros hijos”.
Cómo evitarlas
Para reducir los ataques verbales de nuestros hijos no hay recetas mágicas. Cada niño es único al igual que lo es la familia donde nace y se desarrolla, pero como, marco general, la psicóloga Sara Tarrés recomienda que “lo mejor es intentar ser unos padres respetuosos. Educar desde el amor incondicional, el respeto mutuo, siendo conscientes de que lo que hacemos tiene un impacto enorme en nuestros hijos. Si queremos hijos respetuosos debemos ser padres respetuosos y ofrecer espacios para el diálogo”.
En ocasiones, después de un “no me la da la gana”, “no quiero” o “eres tonto” nos gustaría saber cómo neutralizar las malas contestaciones para que no se vuelvan a repetir. Sin embargo, como sugiere Sara Tarrés, “quizás el objetivo no sea tanto neutralizar las malas contestaciones. El objetivo sería más bien ofrecer a nuestros hijos la oportunidad de identificar las sensaciones corporales que desencadenan sus emociones, poner palabras a las mismas y darles espacio para que las sientan. En definitiva, educar y potenciar su inteligencia emocional”.
Para que no se vuelvan a producir debemos aprender nosotros mismos, padres y educadores en general, a defender nuestros derechos de forma asertiva, sin agredir ni herir de cualquier manera a los demás. Ser modelos de gestión de la frustración y educar de forma positiva, huyendo de los gritos, amenazas, descalificaciones y de malas contestaciones. “Nuestra propia inteligencia emocional es clave para neutralizar las malas contestaciones de nuestros hijos”, reconoce esta psicóloga.
Para terminar con las malas contestaciones, lo mejor es ejercer una paternidad lo más positiva que podamos, evitando gritos, insultos y amenazas y siendo modelos de gestión positiva de las situaciones que generan frustración.
Las malas contestaciones son fruto de una inadecuada gestión de la ira o de la frustración