Quiere ser el líder
La capacidad de liderazgo es un rasgo de la personalidad del niño. Una cualidad positiva e innata que –bien gestionada– le servirá para destacar cuando sea adulto.
¿Es bueno para su educación?
Se trata de un rasgo más de la personalidad del niño. Se empieza a percibir en el momento de la socialización, con tres años, o incluso un poco antes si va a la guardería. Hay niños cuyas conductas tienden a influir más en los otros, que tienen más seguidores y toman más decisiones. Desde estas edades tan tempranas ya vemos a pequeños que consiguen que todos los niños vayan con ellos y quieran ser de su ‘panda’. “La capacidad de liderazgo puede ser buena o mala, todo dependerá de cómo se canalice”, señala la psicóloga Teresa Muñoz del Toro, de Madrid.
Una cualidad positiva
Los líderes negativos se asocian a un mal ambiente en casa. Cuando en el entorno familiar no se fomenta la independencia y se castiga mucho al niño, esa angustia o frustración que vive en el hogar la traslada al cole y se pone a castigar a otros. “A mí me frustran y tengo un padre autoritario y yo voy al colegio y lo que he aprendido lo aplico en el cole”, señala Teresa Muñoz. En realidad, la capacidad de liderazgo en sí misma es positiva. Es bueno que haya alguien que guíe y sea el modelo. La diferencia entre un niño líder positivo y otro negativo tiene mucho que ver con lo que vive en casa. Aprendemos por imitación. La forma en que un niño se adapta en la guardería y en el colegio se relaciona con cómo han sido los primeros vínculos en la vida: el vínculo familiar, con sus padres, sus hermanos, etc. Si estos vínculos han sido los correctos, la relación con otras personas será buena. Si por el contrario han sido negativos, se vinculará mal, ya sea agrediendo o aislándose.
Favorecer la autoestima
Esta capacidad de influir tiene más que ver con actitudes temperamentales (nacieron así) que con estrategias aprendidas. De este modo, por un lado están los líderes naturales (es su carácter) y los líderes potenciales (quienes lo aprenden, ya que, por ejemplo, en el colegio se puede favorecer la autoestima y la confianza en uno mismo y esto influye a la hora de ser líder: siempre tiene más capacidad de liderazgo quien se siente más seguro de sí mismo).
No hay que castigarle
En todos los grupos siempre existe un líder, un gracioso, un tímido, etc. Son perfiles que se dan en cualquier grupo, incluso entre los propios hermanos. No hay que castigar a nuestro hijo si asume el rol de líder (lo mismo que no forzaríamos a un tímido a ser extrovertido), sino prestar atención a la forma en que gestiona su liderazgo (cómo se comporta con los demás niños, si cambia su actitud en casa, por ejemplo). “Un adulto puede hacerle a otro un recado y no por eso está sometido a él o es menos carismático”, explica Teresa. En la edad adulta y en el entorno laboral también existen distintas personalidades que consiguen enriquecer el ambiente. La importancia reside en potenciar la diversidad de caracteres. Solo si se ve autoritarismo o maldad en el comportamiento de un niño hay que corregirlo y ayudarle a que lo canalice bien.