Ser Padres

Quiere ser el líder

La capacidad de liderazgo es un rasgo de la personalid­ad del niño. Una cualidad positiva e innata que –bien gestionada– le servirá para destacar cuando sea adulto.

- por Macarena Orte

¿Es bueno para su educación?

Se trata de un rasgo más de la personalid­ad del niño. Se empieza a percibir en el momento de la socializac­ión, con tres años, o incluso un poco antes si va a la guardería. Hay niños cuyas conductas tienden a influir más en los otros, que tienen más seguidores y toman más decisiones. Desde estas edades tan tempranas ya vemos a pequeños que consiguen que todos los niños vayan con ellos y quieran ser de su ‘panda’. “La capacidad de liderazgo puede ser buena o mala, todo dependerá de cómo se canalice”, señala la psicóloga Teresa Muñoz del Toro, de Madrid.

Una cualidad positiva

Los líderes negativos se asocian a un mal ambiente en casa. Cuando en el entorno familiar no se fomenta la independen­cia y se castiga mucho al niño, esa angustia o frustració­n que vive en el hogar la traslada al cole y se pone a castigar a otros. “A mí me frustran y tengo un padre autoritari­o y yo voy al colegio y lo que he aprendido lo aplico en el cole”, señala Teresa Muñoz. En realidad, la capacidad de liderazgo en sí misma es positiva. Es bueno que haya alguien que guíe y sea el modelo. La diferencia entre un niño líder positivo y otro negativo tiene mucho que ver con lo que vive en casa. Aprendemos por imitación. La forma en que un niño se adapta en la guardería y en el colegio se relaciona con cómo han sido los primeros vínculos en la vida: el vínculo familiar, con sus padres, sus hermanos, etc. Si estos vínculos han sido los correctos, la relación con otras personas será buena. Si por el contrario han sido negativos, se vinculará mal, ya sea agrediendo o aislándose.

Favorecer la autoestima

Esta capacidad de influir tiene más que ver con actitudes temperamen­tales (nacieron así) que con estrategia­s aprendidas. De este modo, por un lado están los líderes naturales (es su carácter) y los líderes potenciale­s (quienes lo aprenden, ya que, por ejemplo, en el colegio se puede favorecer la autoestima y la confianza en uno mismo y esto influye a la hora de ser líder: siempre tiene más capacidad de liderazgo quien se siente más seguro de sí mismo).

No hay que castigarle

En todos los grupos siempre existe un líder, un gracioso, un tímido, etc. Son perfiles que se dan en cualquier grupo, incluso entre los propios hermanos. No hay que castigar a nuestro hijo si asume el rol de líder (lo mismo que no forzaríamo­s a un tímido a ser extroverti­do), sino prestar atención a la forma en que gestiona su liderazgo (cómo se comporta con los demás niños, si cambia su actitud en casa, por ejemplo). “Un adulto puede hacerle a otro un recado y no por eso está sometido a él o es menos carismátic­o”, explica Teresa. En la edad adulta y en el entorno laboral también existen distintas personalid­ades que consiguen enriquecer el ambiente. La importanci­a reside en potenciar la diversidad de caracteres. Solo si se ve autoritari­smo o maldad en el comportami­ento de un niño hay que corregirlo y ayudarle a que lo canalice bien.

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