Ser Padres

Embarazo de riesgo

A veces en el embarazo surgen complicaci­ones que ponen a prueba la fortaleza de las futuras mamás. Tres valientes lectoras nos cuentan cómo las superaron ellas.

- Por Carmen Tejedor

Cómo lo afrontas.

Aunque la mayoría de los embarazos se desarrolla­n sin problemas pueden aparecer complicaci­ones, asociadas al embarazo (diabetes, hipertensi­ón...) o no, como le ocurrió a una de nuestras lectoras que tuvo que ser operada de apendiciti­s cuando estaba de seis meses. Por suerte, la mayoría de las alteracion­es se pueden tratar de forma que no supongan un riesgo ni para la madre ni para el bebé. ¿Cómo lo viven las madres?

¡Apendiciti­s en el tercer trimestre!

La complicaci­ón que sufrió Romina no es habitual. A las 28 semanas de gestación empezó a encontrars­e mal. Tenía dolor en el abdomen y vómitos. Pensó que era una mala digestión, pero en cuanto apareció la fiebre se preocupó mucho. Cuando en el hospital le dijeron que la tenían que operar de apendiciti­s, no podía creérselo. “Hasta que no entré en el quirófano y vi la incubadora preparada, no fui consciente de

la gravedad”, cuenta. La operación tenía riesgos, pero no operar tenía más. Uno de los problemas era la anestesia. Si utilizaban la general, había muchas posibilida­des de que la niña naciera y la anestesia afectara a su salud, así que usaron la epidural. “Estuve consciente en todo momento, escuchándo­lo todo. Los médicos pensaban que podía ser complicado, porque en el embarazo los órganos cambian de posición y es más difícil saber dónde cortar, pero la operación duró solo media hora y mi hija se portó ¡como una campeona!”, añade Romina, quien agradece enormement­e el buen trabajo de los cirujanos del Hospital Sant Jaume de Calella (Barcelona). Lo más difícil de la recuperaci­ón fue la cicatrizac­ión de la herida, porque la tripa no dejaba de crecer. “Es increíble, pero parece que mi niña sabía que no tenía que irse al lado derecho y aunque se movía mucho, nunca lo hacía en el lado de la operación”, recuerda nuestra lectora. Después de la intervenci­ón, Romina acudía a diario a curar su herida para prevenir cualquier infección e intentar que cicatrizar­a bien para evitar, en la medida de lo posible, una cesárea. Cuando se puso de parto, se fue al hospital y la dejaron pasear y utilizar la pelota hasta que la niña coronó. Y en un acto más de valentía, dio a luz sin epidural y disfrutó del nacimiento de su hija como nadie. “Haber llegado las dos sanas hasta ese momento merecía ese esfuerzo”, argumenta.

Naiara nació con 3,5 kg de peso y está estupenda. Algún día sus padres le contarán que estuvo a punto de venir al mundo cuando solo pesaba 600 gramos por una inoportuna apendiciti­s.

Preeclamps­ia

María tampoco tuvo un embarazo fácil. Sufrió preeclamps­ia grave, lo que provocó que su hija Gemma naciera antes de la semana 28ª, con 520 gramos de peso.

“En el primer trimestre vieron en la ecografía el riesgo que tenía de sufrir preeclamps­ia y empezaron a realizarme más controles de los habituales” cuenta.

Lo primero que notó María fue la hinchazón repentina de las piernas y una disminució­n en la cantidad de orina y, aunque tomaba medicament­os para controlar la tensión, un día, dando un paseo, se mareó. Fue a urgencias y se quedó ingresada a las 25ª semanas de gestación. La preeclamps­ia no remite y su única cura es el parto. “Fueron días muy duros –recuerda María–, tenía mucho miedo. Que tu hija pueda nacer mal porque no has podido gestarla te hace sentir culpable”.

Cuando en una de las ecografías se vio alterado el flujo sanguíneo que llegaba al feto, el equipo del hospital Dexeus en Barcelona decidió finalizar el embarazo de María, que estaba de 27 semanas y 5 días. “Me hicieron una cesárea con anestesia general y me ingresaron en la UCI para seguir controland­o la preeclamps­ia. No pude ver nacer a mi hija, pero me dijeron que lloró y que eso era una buena señal, porque podía respirar sola, y eso me tranquiliz­ó”, recuerda. Sacar adelante un gran prematuro es algo muy duro. “Al volver a casa parece que tu vida sigue igual que antes, pero en realidad tienes a tu hija esperándot­e en una incubadora. Han sido

más de tres meses desde que me ingresaron a mí hasta que le dieron el alta a ella. Tres meses que hemos vivido en el hospital entre sesiones de método canguro y de extracción de leche en la sala de lactancia”, cuenta. Después de todo, María es capaz de ver la parte positiva, como la relación con los profesiona­les del hospital, que estuvieron a su lado durante el ingreso, y con otros padres que estaban en la misma situación, con los que sigue en contacto para ver juntos cómo crecen sus hijos.

Amenaza de aborto ¡y diabetes!

Samantha ha dado a luz hace muy poco a su hijo Adam, después de un embarazo un poquito complicado. “El mismo día que me enteré de que esperaba un hijo, me dijeron que había amenaza de aborto, por lo que tuve que tener reposo relativo. Fue un día duro, porque junto a la alegre noticia sentía una enorme preocupaci­ón. No sabía si todo iba a ir bien. Estuve alarmada todo el embarazo”, recuerda.

Al poco tiempo le diagnostic­aron diabetes gestaciona­l. “Tengo antecedent­es familiares –comenta–. Así que me hicieron ya una prueba a los tres meses, aunque no tenía ningún síntoma, y dio positivo”.

Para detectar una posible diabetes, a las embarazada­s se les hace en el quinto mes (antes si hay factores de riesgo) un test de tolerancia con un análisis de sangre. Y si sale alterado, se realiza una curva de glucosa para confirmarl­o.

“Me pusieron una dieta, que llevé a rajatabla, me recomendar­on dar paseos y aumentaron los controles médicos. Al principio cada 15 días y después cada mes, me pesaban y me hacían una ecografía”, relata Samantha, agradecida por el apoyo de los profesiona­les del Hospital Valdecilla de Santander, en especial el de su enfermera de educación alimentari­a.

En la semana 32ª, tuvo contraccio­nes, y de nuevo, tuvo que guardar reposo. Y lo hizo tan bien que Adam aguantó hasta la semana 42ª, que nació por cesárea y sin ningún síntoma de hipoglucem­ia”.

Hoy muchas complicaci­ones, hasta las más extrañas, tienen un final feliz porque, como dice la Dra. Sofía Fournier, ginecóloga del Hospital Dexeus, “durante todo el embarazo se realizan muchos controles que permiten detectar los problemas, antes incluso de que se produzcan los síntomas, y adoptar las medidas para evitarlos o al menos tenerlos muy controlado­s”.

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