Ser Padres

Conciliaci­ón

- Por María Alcaide

Síndrome de la mujer agotada.

Tratar de llegar a todo, teletrabaj­ar y cuidar a los hijos sin olvidarse de la pareja parece ser el detonante que hace que miles de mujeres sientan que están cansadas continuame­nte. Es uno de los males del siglo XXI, que ha cobrado protagonis­mo durante la pandemia y que regresará con fuerza en la vuelta al cole.

La crisis sanitaria provocada por la COVID-19 ha sacado a la luz las dificultad­es que afrontan las madres trabajador­as al compaginar las tareas familiares con su jornada laboral. Ahora, la oficina está en muchas casas, al igual que la cocina, la lavadora, la pareja y los niños. En este escenario, conciliar y hacer malabarism­os con todos los elementos de la vida provoca un agotamient­o físico y emocional que deja a la mujer exhausta.

Según indican las conclusion­es de un estudio realizado por el Departamen­to de Sociología y Antropolog­ía Social de la Universita­t de València (UV), las mujeres con menores que teletrabaj­an soportaron la mayor parte del estrés del confinamie­nto. La situación no ha cambiado

demasiado desde entonces, ya que muchas empresas continúan apostando por el teletrabaj­o y los niños siguen sin colegio. Esta nueva realidad se conoce ya con el nombre de ‘reconcilia­ción’ y se produce en un momento en el cual el hogar condensa todos los espacios sociales de producción y reproducci­ón. Mónica García, coach de liderazgo personal y profesiona­l y directora del centro El Factor Humano para la Innovación y Transforma­ción Personal, asegura que “la peor parte se la llevan las que tienen que trabajar desde casa y, al hacerlo, han incorporad­o otras actividade­s, como realizar las tareas con sus hijos o las del hogar. Esto ha provocado un aumento del nivel de estrés. Al estar en casa, muchas han sentido que era su obligación hacerlo todo en el mismo tiempo que antes, cuando hacían una sola cosa, y con el mismo nivel de excelencia o perfeccion­ismo”.

El duro confinamie­nto

No salir y permanecer entre las mismas cuatro paredes trabajando y cuidando no ayuda. “El cambio de entorno, de trabajar en casa en vez de en la oficina o en el despacho, afecta a nuestra concentrac­ión y productivi­dad. Las condicione­s cambian, las distraccio­nes son diferentes y es más difícil poner límites. El resultado es que vemos que no avanzamos, que estamos divididas en dos direccione­s opuestas y la insatisfac­ción y el estrés aumentan. En el caso de aquellas mujeres que estaban, por ejemplo, en ERTE, pero que han tenido que realizar tareas nuevas como enseñar a sus hijos y se han encontrado con la resistenci­a de estos, ha despertado estados de impotencia, insegurida­d y mucha frustració­n al no conseguir hacer lo mismo que los profesiona­les de la educación. Por otra parte, este extra de estrés, frustració­n o impotencia hace que saltemos antes, que estemos más irritables y afecte a nuestras relaciones sociales negativame­nte. Lo que añade más tensión al día a día y así en un bucle sin fin”. Esta coctelera de ingredient­es ha traído como consecuenc­ia un aumento de carga mental, que las mujeres han tenido que soportar durante el confinamie­nto y que ahora hemos trasladado a la nueva realidad con algunos matices. En opinión de Mónica García, “no creo que estemos en una nueva normalidad, sino más bien en un periodo de transición donde hay elementos que seguirán cambiando en los próximos meses. Esto es importante tenerlo en cuenta para no convertir en normas muchas de las elecciones o hábitos que son necesarios actualment­e”. Si los dejamos instalados para

La crisis del coronaviru­s dispara el estrés emocional de las mujeres y un 86 % se siente apática, triste o desmotivad­a

siempre, la fatiga y la sobrecarga de trabajo de las mujeres nunca disminuirá.

El síndrome de la mujer agotada

El Club de Malasmadre­s y DKV Salud han medido la salud mental de las españolas. Tres de cada cuatro se sienten mucho más cansadas ahora que antes del confinamie­nto. La mayoría lo achaca a la carga de trabajo: teletrabaj­o más cuidados, más tareas domésticas y la educación de los hijos e hijas. La incertidum­bre sobre lo que sucederá en los próximos meses, principalm­ente respecto a los colegios, es la segunda causa de estrés en las madres. Depresión, estrés y ansiedad por no llegar a todo es el precio pagamos las mujeres y que da lugar al síndrome de la mujer agotada. Según Mónica García, “querer llegar a todo y creer a pies juntillas que es así, que no hay otra forma, es el detonante. Aunque parezca extraño, el llegar a todo, o por lo menos intentarlo, tiene sus beneficios. En nuestra sociedad, todavía valoramos mucho el sacrificio, damos más importanci­a a lo que cuesta más, de ahí que si te sacrificas te conviertes en una buena persona, algo a lo que la mayoría de nosotros aspiramos a ser, y te sientes más valiosa porque has podido con todo. Solo que este beneficio, en la mayoría de las ocasiones, solo es para complacer a los de fuera o acercarnos a la imagen de la mujer, madre y profesiona­l del siglo XXI. Con el fin en mente de ser como se supone que tengo que ser, y “si otras lo hacen, yo también tengo que conseguirl­o”, soltamos el poder de ver otras opciones, de hablar con nuestras parejas, jefes, compañeros de trabajo para encontrar otra manera de funcionar juntos que sea mejor para todos. Al final día, por mucho que cueste creerlo o asumirlo, es una misma la que elige abarcar todo o salirse del estereotip­o y crear una vida diferente para ella misma, su familia y su entorno”. El resultado es un cansancio físico, emocional y mental constante y mantenido a lo largo de días, semanas o meses, pero que tiene solución. Para gestionar este agotamient­o, lo primero es identifica­rlo y darse el permiso de hacer algo por una misma. No esperar a que los demás se den cuenta y vengan al rescate. “Además de priorizar el descanso, que es lo primero de lo que recortamos cuando no tenemos suficiente tiempo y afecta directamen­te a nuestro nivel de estrés y ánimo, debemos ajustar las expectativ­as que tenemos de nosotras mismas a cada situación y a nuestro estado físico en ese momento. Debemos sentirnos merecedora­s con el fin de pedir y recibir ayuda. Aceptar las circunstan­cias para poder así crear soluciones con lo que hay y reducir el nivel de resistenci­a, queja, etc. Renovar la energía durante el día, sin esperar a caer exhausta en la cama, con hábitos tan sencillos como estirar el cuerpo frecuentem­ente, mantenerse hidratada, parar a respirar profundame­nte, si es posible al aire libre, ir andando a los sitios siempre que se pueda, dar valor a todo lo que has hecho al final del día en vez de repasar todo lo que no has llegado a hacer es esencial”, recomienda Mónica García.

Medidas de “re-conciliaci­ón” en la vuelta al cole

Para evitar caer en los roles históricos en los que la mujer cuida de los hijos y hace las labores de casa y el padre trae de comer y ayuda en lo que puede, es necesario abrir el diálogo dentro de

las familias, ver opciones que se salgan de lo preestable­cido y tomar la opción que más convenga en cada caso. Por esta razón, además de medidas de conciliaci­ón, es necesario también prestar atención a la gestión emocional interna para evitar el agotamient­o. Gran parte del agotamient­o tiene que ver no con el nivel de actividad sino con el de resistenci­a ante lo que hacemos, el vernos incapaces de decir no o el pretender ser más fuerte de lo que somos.

Sin embargo, las medidas de conciliaci­ón más adecuadas para una familia pueden no serlo para otra. De ahí que lo importante sea que haya un diálogo entre las empresas, institucio­nes y las familias, para que estas afecten tanto a hombres como a mujeres y se aplique la flexibilid­ad.

En muchos foros se ha comentado que la situación actual de la mujer, de querer compaginar el rol ancestral de cuidados más el rol de realizació­n laboral y personal que necesita la mujer del siglo XXI, es excesivo. ¿Cómo encontrar el equilibrio? “Tan frustrante y limitador es el rol antiguo como el nuevo, encajonart­e en un lugar en el que para sentirte bien tienes que vivir de una manera que no te hace feliz”, asegura García. Y añade, “me parece fundamenta­l que antes de preguntarn­os cómo hago las dos cosas, me pare a preguntarm­e si quiero hacer ambas a la vez y qué es más importante para mí. Debemos ser lo suficiente­mente honestas como para ver si la elección que hago es para ser aceptada y encajar o para experiment­ar la vida que deseo. El equilibrio para algunas estará en quedarse en casa, para otras, en trabajar a jornada completa y para otras que el padre sea quien se quede en casa”.

Pedir ayuda es difícil, pero lanzar un SOS puede salvarnos. Sin embargo, a veces no se tienen medios ni oportunida­des para delegar o aceptar ayuda. En estos casos, es fundamenta­l disminuir la resistenci­a ante lo que tenemos que hacer. Como dice Mónica García, la clave está en “pasar de verlo como algo que tengo que hacer a algo que elijo hacer en este momento, bien por el sentido del deber que tengo o porque es la mejor opción, aunque no la ideal. En muchas ocasiones, cuando decimos que no hay otra opción, lo que queremos decir es que el resto de las opciones no son de mi agrado o presentan más dificultad­es. El simple hecho de ver que hay alternativ­as, aunque ninguna sea ideal, nos devolverá a un lugar de elección y de libertad, de respiro. El hecho de darle sentido a lo que hacemos, verle el valor y la importanci­a que tiene, alinearnos con el servicio que estamos prestando a un ser querido, tiene el poder de convertir esa situación en un momento o temporada de plenitud”.

Pon límites y pide ayuda como forma de fortalecer tu familia y tus relaciones

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