Vivir estas fiestas atípicas.
Aunque las vivamos con limitaciones de aforo, restricciones a la movilidad y evitemos el contacto con los más vulnerables, podemos disfrutar de estas fiestas tan mágicas y entrañables, sobre todo, si hay niños.
Uno de los temas de conversación más repetidos en estas fechas es cómo las vamos a pasar. ¿Cuántos podremos sentarnos en la mesa de Navidad? ¿Podremos reunirnos con nuestras familias? ¿Es conveniente hacernos una prueba antes de acudir a ver a nuestos familiares? Y si nos la hacemos, ¿nos garantiza que estamos libres de virus? Y es que el miedo a contagiar a los más mayores y a los vulnerables, unido a las restricciones para controlar esta pandemia han convertido estas fiestas en las más extrañas que hemos vivido.
Cómo afectará a nuestras emociones
Vamos a experimentar muchas y variadas emociones. No todas ellas buenas y, lo más probable, es que nos sintamos como en una especie de montaña rusa emocional. Pero, como sostiene el psicólogo Rafael San Román, de iFeel, todos los sentimientos que aparezcan son naturales y coherentes. “Nostalgia (tristeza por lo que ya no tenemos), extrañeza y/o incomodidad (antes todo era de una manera y ahora es de otra), frustración (no tengo o no hago lo que deseo), confusión (no sé
qué podré hacer y qué no, ni cuándo lo decidiré, ni qué decisión tomar, ni cómo saldrán las cosas al final), alegría (qué bien que podemos estar juntos y celebrarlo como queremos, si nos dejan), sorpresa agradable (no contaba con que pudiéramos hacer tal cosa y hemos podido) .... ”, enumera el especialista en psicología. Contemos, además, con que nuestro mundo emocional es complejo, podemos experimentar más de una emoción a la vez, incluso emociones contradictorias entre sí o contradictorias con la circunstancia que estamos viviendo, tanto para bien como para mal. Podemos sentirnos melancólicos por lo que ya no es, pero contentos con lo que tenemos; todo puede irnos bastante mal y, sin embargo, sentir placidez o tranquilidad mientras que otras personas aparentemente tendrán todo y, sin embargo, se sentirán incómodas o malhumoradas. Todo ello, pues, dependerá de nosotros mismos, de cómo enfoquemos la situación y cómo nos adaptemos a ella.
Qué pueden sentir nuestros hijos,
Los más pequeños de la casa, aunque más resilientes por naturaleza, también van a experimentar diferentes emociones debido a lo extraordinario de estas Navidades. Como padres, pues, debemos tratar de, en la medida de lo posible, ayudarles a mantener la misma ilusión de otros años. Para ello, Rafael San Román nos propone diferenciar las cosas. “Diferenciarnos de ellos (que nosotros estemos mal no quiere decir que otros tengan que sentirse igual), diferenciar nuestra experiencia de la suya, diferenciar el pasado del presente, etc. Es decir, no fusionarlo todo, o confundir unas cosas con otras. Recordar que en la vida pueden suceder varias situaciones a la vez: podemos estar tristes o desganados nosotros y contentos e ilusionados ellos, podemos sentirnos inapetentes para unas cosas o en algunos momentos, pero más motivados para otras, podemos estar tristes y enfadados por lo que no tenemos y, a la vez, contentos y agradecidos por lo que sí tenemos”, reflexiona. Es decir, no hacer que nuestras experiencias sean bloques rígidos sino abrir un espacio a los matices, a los cambios. De esta manera, a no ser que nos encontremos muy resentidos, podemos hacer un esfuerzo y recordar que lo que hacemos (adornar la casa, preparar comidas elaboradas, generar un ambiente mágico con los regalos si los niños son pequeños) no es para que disfrutemos nosotros, sino para hacer disfrutar a otros; eso nos eximirá de la responsabilidad o el esfuerzo por tener que disfrutar cuando no nos apetece, pero nos mantendrá enfocados en otros y evitará que les amarguemos.
¿Y si no pueden ver a los abuelos?
Para la mayoría de los niños, los abuelos
constituyen una figura esencial en sus vidas. Les cuidan, les quieren, les hacen reír, juegan y, como no, comparten la mesa navideña y llegan con regalos que Papá Noel o los Reyes Magos han dejado en sus casas. Pero ¿qué pasará este año si no nos podemos reunir? Habrá que adaptarse y buscar otras maneras de compartir este momento tan mágico porque sigue siendo Navidad. El psicólogo de IFeel, Rafael San Román, indica que hay que explicárselo “tal cual”. Es decir, con naturalidad, con nuestras propias palabras, con la verdad. No hay que utilizar tremendismos ni hacernos líos. “No hay que pensar que los niños no entienden nada, no se enteran o necesitan explicaciones larguísimas”, recuerda el especialista. Podemos abordarlo de esta manera: “¿Verdad que llevamos varios meses viendo a los abuelos de lejos, o sin abrazos, o a través de videoconferencias, como estamos haciendo con otras personas? Pues todavía tiene que continuar siendo así, por si acaso, para que ninguno nos pongamos enfermos, pero los vamos a llamar por teléfono, los vamos a ver por la pantalla, les vamos a hacer un regalo especial este año, y ellos también se van a acordar mucho de nosotros y vamos a estar todos bien, cada uno en su casa pero juntos de otra manera”. Rafael San Román afirma que si se les explica con un lenguaje que ellos puedan entender, los niños son capaces de comprender cualquier cosa. Además, aunque estas navidades sean diferentes, podemos hacer muchas cosas con nuestros hijos para alegrarles las fiestas y no pierdan ese espíritu navideño tan especial.
Cómo pasarlo en grande niños y adultos
El psicólogo nos da algunos consejos para que, a pesar de las dificultades o los sentimientos de tristeza, pasemos unas fiestas divertidas y entrañables sin que nos estrese más de lo debido. No pretender imposibles. Una separación es una separación, una ausencia es una ausencia, un cambio de escenario es un cambio de escenario. Las situaciones dan de sí lo que dan de sí y este año tiene rarezas y tiene renuncias, y por tanto, no podemos pedirle que nos proporcione las alegrías y satisfacciones que nos daría en condiciones normales. Asumámoslo y sigamos adelante. No ser monotemáticos. La vida es mucho más que el coronavirus. Las Navidades son para estar juntos, adornar la casa juntos, disfrutar de la compañía de los seres queridos, comer cosas ricas y preparadas con cariño, regalarse cosas, acordarse de la gente a la que queremos, celebrar la parte religiosa quien lo sienta así, y no para regodearnos en la pandemia.
Tiempo de calidad y no de cantidad. Vale más una reunión bien hecha y disfrutada que forzarnos a organizar cinco reuniones con su distancia física, sus mascarillas, su gel, su monotema, sus lamentaciones por lo que debería estar siendo y no es..., y que eso nos tense a todos. Aprovechar lo que tenemos y no lo que no tenemos. Sobre todo si los hijos son pequeños y además va acorde a nuestro estilo, no permitir que se desdibuje el ambiente navideño solo porque hay algunas cosas que han cambiado. Los reyes pueden venir igual, el belén lo podemos poner igual, las felicitaciones las podemos enviar igual y los villancicos los podemos escuchar igual. Si es que va con nosotros, cuidemos ese ambiente, no hay que renunciar a toda la navidad solo porque haya algunas cosas diferentes. La pandemia pasará pero los recuerdos de la Navidad quedan ahí. Cuidar de nosotros mismos como adultos, respetar nuestros ritmos, nuestras contradicciones y nuestras emociones. Si nosotros estamos bien, dentro de lo que cabe, transmitiremos una buena vibración a los niños, aunque no organicemos una apoteosis de lo navideño. Si no nos forzamos a hacer cosas que no soportamos, si realizamos pocas tareas pero bien hechas y desde la autenticidad, si nos permitimos estar mal cuando toca y bien cuando se da el momento, entonces, haremos un balance positivo de la Navidad.
Los abuelos también se pueden divertir
A muchos nos preocupará la soledad de los más mayores o que no disfruten de la Navidad, pero podemos hacer mucho para que, pese a todo, recuerden estas fechas con un brillo en los ojos. Y para ello, debemos “mantener el contacto de calidad”, advierte Rafael San Román. Están las llamadas telefónicas y las videollamadas, las fotos, los saludos desde los balcones, el verse con cierta distancia, incluso, dentro de una misma casa. Aprovechemos los paseos al aire libre, los parques, las plazas, si hace buen tiempo y manteniendo las medidas mínimas podemos pasar un rato agradable juntos. Encontrar maneras de que se hagan presentes y partícipes, preguntarles cosas, pedirles consejo con alguna receta, generar rutinas (darse los buenos días o las buenas noches cada día, aunque sea a través de un mensajito, acompaña mucho).
Tiempo de calidad, pedir su opinión y verles en persona ayudará a los mayores