Ronaldinho y la tentación de matar a tus ídolos
Ronaldinho, el mago fugaz (Movistar+)
Todos nos apropiamos de los ídolos y proyectamos un futuro a juego con nuestras expectativas. Cuando eso no ocurre, nos sentimos estafados y nos cobramos facturas con la vileza del despechado. En la vida perdonamos poco y mal, sobre todo cuando sentimos que han jugado con nuestras ilusiones. Y el hincha se toma muy en serio las suyas. Puede que con Ronaldinho nos pasara algo así. Puede que fantaseáramos con una familia numerosa y una casa con vistas al mar, pero él tuviera otros planes. Puede que nosotros fuéramos muy catalanes y él demasiado brasileño. Puede que solo viéramos al Ronaldinho que nos dejó ver. Pero cómo lo íbamos a saber. Aquel tipo sonreía todo el tiempo. Aquel tipo nos había rescatado de la autocompasión. Nadie imaginó que ese brasileño, que parecía la misma alegría en persona, podía deprimirse o muchos menos cansarse del fútbol.
Ronaldinho no podía permitirse estar triste y estaba destinado a reinar mucho tiempo. Así lo habíamos decidido entre todos y estábamos dispuestos a matarlo si con ello lográbamos resucitarlo. Un poco lo que decía Galeano. “El ídolo es ídolo por un rato nomás. A veces el ídolo no cae entero. Y, a veces, cuando se rompe, la gente le devora los pedazos”. Queríamos más espaldinhas, más noches de gazpacho y más Champions. Pero sobre todo queríamos seguir viendo la vida a través de sus ojos.
Dos Ligas, una Champions y un Balón de Oro después, la fiesta terminó. Y aún hay quien se lo reprocha como esos padres que viven sus sueños a través de sus hijos. ¿Qué pasó con Ronaldinho? Es la pregunta que trata de responder el reportaje `El mago fugaz' (Movistar+). Durante 51 minutos excompañeros, entrenadores y periodistas tratan de arrojar luz sobre los motivos de la abdicación de aquel talentazo. Hay teorías de todo tipo pero un denominador común: Ronaldinho fue siempre
Ronaldinho. Alguien que disfrutaba de día del fútbol y de noche de la vida. Cuando lo ganó todo y cuando dejó de hacerlo. Cuando esos dos mundos confluyeron por igual se vio al mejor Ronnie. Cuando perdió interés por el primero, el fútbol le pasó por encima. Queda claro en el reportaje: fue un proceso paulatino, pero con el Mundial de 2006 como detonante. La Francia de Zidane echó al Brasil de
Ronaldinho. Y cuando volvió a Barcelona no era el mismo. Después de ganarlo todo con el Barça, y deprimido por el fracaso de la canarinha, necesita cariño, pero solo encuentra exigencia. Se siente solo, hastiado de las filtraciones del club y cansado de la presión. Necesita un respiro y lo busca fuera del campo. Es un Ronaldinho aislado en Castelldefels, que cada vez disfruta más de la música y menos del fútbol profesional. Es un Ronnie que se deja llevar en un vestuario que ha dejado de adorarle. Es el fin porque ese fútbol ha dejado de divertirle.
Una de las cosas interesantes de `El mago fugaz' es cómo aborda esta dicotomía entre lo que es Ronaldinho y lo que esperábamos de él. Y lo hace de la mejor manera: dejando que suene el My Way de Sinatra.
Hay jugadas que sentimos más que títulos. Hay goles que se celebran más que campeonatos. Ronaldinho nos recuerda la belleza de lo efímero. No se recuerdan los días, se recuerdan los instantes.
El reportaje aborda el contraste entre la naturaleza del astro brasileño y los planes que teníamos para él