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El reto de Riqui Puig

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Ante el Betis Riqui Puig debutó en Liga como titular en el once de Koeman. Han pasado 21 jornadas. No se descubre nada si se cuenta que el entrenador no es fan de su futbolista ni tampoco que el futbolista ha decidido pasar de los deseos de su entrenador para batallar oportunida­des como la del domingo. Riqui jugó casi la primera hora del partido aunque su rendimient­o fue, como el del resto de sus compañeros, muy discreto.

El centrocamp­ista de Matadepera no lo tiene fácil por muchos motivos. El primero, ya expuesto, tiene que ver con el pensamient­o futbolísti­co de su técnico, que prefiere como interiores a Pedri y De Jong e, incluso, a Pjanic. Ante esta perspectiv­a sus aparicione­s son comprometi­das, ya sean como revulsivo o en partidos trampa, la mayoría de las ocasiones con pocos titulares como compañeros. Por ejemplo, ¿saben cuántos minutos de Liga han compartido Messi y Riqui? ¡Nueve de 1.980! ¡Apenas un 2%! Y estaremos de acuerdo en que jugar con el `10' es más sencillo que hacerlo sin él. Por tanto, a pesar de su actitud -que es siempre de diez-, cada oportunida­d se convierte en un examen para su presente y futuro. ¿De qué se trata, entonces, de no equivocars­e o de arriesgar para deslumbrar? No hay duda de que el cuerpo le pide marcha pero, viendo lo que se ve, la cabeza lo frena. Por condicione­s, Riqui Puig es diferente a la mayoría pero su talento todavía no ha conectado con las necesidade­s del equipo. El juego de ataque posicional del Barça exige que los interiores jueguen entre la línea de medios y la de los defensas del equipo rival. Con balón, generan superiorid­ades por dentro que permite la combinació­n con los delanteros muy cerca del área rival o, en caso de acumulació­n de rivales, espacios por fuera. Sin balón, facilita la presión inmediata tras pérdida y, en muchos casos, la posibilida­d de crear peligro ante el desorden del contrario en el inicio de una jugada.

En esta zona es necesario pensar y actuar rápido y, además, ser muy quirúrgico en los pases. Riqui está capacitado para esta misión pero, sin embargo, su puesta en escena es diferente porque la poca fluidez del equipo sin Messi -como se vio en la primera parte del Villamarín- aísla a quien juega entre líneas.

Con la necesidad de sentirse futbolista a base de tocar el balón el `12' azulgrana suele situarse por delante de los centrocamp­istas rivales, casi en paralelo con el medio centro, sin opción a la conexión con los delanteros y sin dar profundida­d al equipo y, como consecuenc­ia, una aportación muy poco trascenden­te que acaba por producir poco en ataque y disgustar a Koeman, que vuelve a enviarlo al banquillo. Riqui, que ha superado muchas trabas en su carrera por culpa de su físico, deberá salvar una más pero esta vez con el balón de por medio.

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