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Lo imposible

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Dice la estadístic­a que el Barça solo ha logrado una victoria en los seis partidos que ha jugado ante equipos grandes. Ganó al Juventus (0-2) pero perdió ante el Real Madrid (1-3), Atlético (1-0), Juventus (0-3) y Sevilla (2-0) en Copa, además de un empate, de nuevo ante el Sevilla (1-1), en Liga. El séptimo rival poderoso será el PSG. ¿Está preparado este Barça para asumir grandes retos? Es evidente que el equipo no transmite confianza para un rendimient­o continuado pero, como decía aquel, fútbol es fútbol. Permítanme. No hace mucho, el Barcelona mandó en el fútbol mundial con Pep Guardiola en el banquillo y un centro del campo formado por Sergio, Xavi e Iniesta, más Messi incorporad­o como falso 9. El excelso dominio del método por parte de los cinco y su extraordin­ario talento provocaron un hábito ilógico: atacar por el centro. Los tres pequeños obraron el milagro de combinar sin espacios entre decenas de piernas para marcar goles increíbles. Uno tras otro. Y, como ya se sabe que lo que tiene éxito crea tendencia, todos los jugadores quisieron copiarlo. Ante el Alavés, por citar el último partido, Messi intentó repetir la fórmula con Riqui, Illaix, Trincao y Griezmann, o Pedri y Dembélé, en la segunda parte, pero todo acabó en un intento tras otro. Ponerse la camiseta del Barça no es sinónimo de saber atacar por el centro y sin espacios. En el mismo partido ante los de Abelardo, sin embargo, el balón mostró el camino que conviene: el primer y el quinto gol llegaron gracias a la profundida­d de Mingueza y Griezmann, por fuera; el segundo y el cuarto, gracias a dos chuts de Messi desde la larga distancia, y el tercero, aprovechan­do una contra. Dominar el juego de posición es muy importante para certificar la posesión -con balón- y la presión -sin élpero cuando faltan conocimien­tos y el talento no es el de Leo, Xavi o Andrés para buscar y encontrar lo imposible es necesario regresar a la primera lección del método y usar el sentido común. ¿Por dónde hay menos futbolista­s? Por fuera. Pues mejor atacar por ahí y, quizás, cuando se consiga el desborde desde el extremo aparezcan los espacios por dentro. ¿Es posible entrar hasta la cocina combinando? No. Pues habrá que chutar de lejos porque, al final, el gol vale igual y, quizás cuando los rivales vayan a tapar el tiro lejano, aparezca el espacio por dentro para anotar como si del fútbol sala se tratara. Y la modernidad muestra a los zurdos jugando por la derecha para recortar hacia dentro y chutar y a los diestros jugando en la banda izquierda, con idéntico objetivo. Todo a pierna cambiada. Todo más complicado. Todo para acabar en un embudo. Quizás la mejor idea sea regresar a lo posible ante la complicaci­ón, por el momento, de coquetear con lo imposible.

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