“Si los políticos jugasen un partido, el ambiente político cambiaría”
Jesús Carrasco
`Llévame a casa' es una novela muy personal, pero los temas que aborda afectan tarde o temprano a todo el mundo.
La materia prima de la novela es abundante y conocida. Tiene que ver con mi visión del mundo más cercano, mi familia. Si miro hacia ese lugar, hay mucho material y estaba disponible. Ese material ya formaba parte de mí, solo tenía que desempolvarlo y darle una forma literaria.
Se ha escrito mucho de la responsabilidad de los padres hacia los hijos, pero no tanto de lo que sucede al contrario.
Supongo que se ha escrito menos porque cuando uno tiene hijos, se impone una responsabilidad, existe un acuerdo universal que dice que cuando eres padre te tienes que responsabilizar de tus hijos, pero en ningún lado está escrito que uno tenga que encargarse de sus padres. Hay un acuerdo ético, pero no una obligación. También depende de la cultura: el compromiso de los hijos no es el mismo en el Mediterráneo que en el norte de Europa.
En la novela también exploras esa duda que acecha a muchos jóvenes: quedarse en el pueblo o irse a la ciudad.
No existe una única respuesta. Antes existía la obligatoriedad de quedarse: estaba la tierra o el negocio familiar, la vida se articulaba en torno a la tierra. Esa tensión entre campo y ciudad existe desde hace muchos años. La España vacía ha cobrado relevancia. Era una parte del país totalmente silenciada. Quien vuelve ahora al campo lo hace de manera más sana, con sus ventajas e inconvenientes. Todos sabemos que el campo ni es el idilio ni es el infierno. Ya no existe esa utopía por el campo que tenían los urbanitas. No hay mundos ideales, la ciudad tampoco lo es.
También abordas el choque generacional.
Las generaciones siempre han tenido rivalidad, como los pueblos cercanos.
Es inherente al ser humano. Los griegos clásicos ya se quejaban de que la generación que les sucedía eran todos unos tarambanas. Cada generación tiene que fundar su propio mundo, y eso se hace desde una ruptura con la anterior. Es natural. Pasa desde hace siglos.
Leyendo tus novelas es fácil imaginarte puliendo cada palabra como si fueras un ebanista. Como en cualquier otro trabajo, en la literatura también existe el deseo de hacerlo bien. En este caso, se trata de contar una historia interesante, pero también tiene que ver con la palabra. Corrijo mucho hasta que considero que el texto tiene una corrección formal. Puedes ser poético o cortante, pero siempre con un cuidado por la materia. Acariciando las palabras. No quiero hacerlo de otra manera. ¿Quién era Jesús Carrasco antes de darse a conocer con `Intemperie'?
El mismo. Pero se dedicaba a la publicidad. Mi titulación universitaria es en Ciencias de la Actividad Física y Deporte; fui profesor en Madrid un año y medio. Luego cambié de oficio y me dediqué a la escritura publicitaria hasta que lo dejé en 2013.
¿Tu licenciatura fue vocacional?
En sexto de EGB me captaron en el pueblo para practicar atletismo y me enganché. Estuve seis años compitiendo. Aquello sí que fue una escuela: levantarte los domingos a las cinco, con un bocadillo y un chubasquero, para ir hasta Palencia y ponerte a correr en pantalón corto a las nueve de la mañana en pleno invierno. Y volver a casa hecho polvo, pero feliz. No sé de dónde sacaba la fuerza. Creo que del grupo y de tener un entrenador, Raúl, al que veíamos como a un ídolo. Lo cito en la novela. ¿Sigues corriendo?
Como un anciano (ríe). Corrí la maratón de San Sebastián hace muchos años. Era como una meca, como para un escritor acabar una novela. Ahora juego al pádel y al baloncesto. Si voy a la playa, me meto a coger olas. Todo mal, pero siempre divertido.
El protagonista de tu novela corre para liberar endorfinas.
Es algo que compartimos todos los que hacemos deporte. En los deportes de equipo está la parte recreativa. Pero en la actividad física individual la parte importante es romper la rutina, salir del ordenador, activarte y merecerte la cerveza. Te acuestas pleno de alegría y de endorfinas. El deporte aporta mucha plenitud.
Sin olvidar la parte social.
El juego es la gran escuela de la ciudadanía. En un deporte de equipo estás jugando a manejar las reglas que luego se manejan en la sociedad: el respeto, el orgullo del trabajo bien hecho, el esfuerzo. Ganar con dignidad. Eso es el deporte. Si eso se pudiera extrapolar a la sociedad viviríamos en un mundo mejor. Si los diputados jugasen un partido de fútbol antes de cada sesión, el ambiente político sería diferente.
¿No nos pierde a veces nuestra pasión por el deporte?
Me encanta el deporte y me gusta la pasión aplicada al deporte. Me gusta ver un partido del Mundial, sentarme ante la tele y elegir con quién voy. El problema es que esté tan magnificado, que los jugadores ganen esas fortunas o que cualquier cosa que diga Messi o Cristiano sea un debate nacional. Pero el deporte en sí me encanta y tiene esa función de desahogo social que todos necesitamos.
Después de vivir en Toledo, Madrid, Edimburgo y ahora Sevilla, tu equipo de fútbol es…
Le tengo cariño al Glasgow Rangers porque uno de mis mejores amigos es el mánager de la fundación. Y al Celtic, por otro de mis mejores amigos. En Edimburgo vivía cerca del campo del Hibernians. Le tengo cariño al Betis por tradición familiar, y al Atlético por mis años en Madrid.
Levantarte a las cinco para ir a correr a Palencia; aquello sí era una escuela