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¿Por qué no se ratifica a Koeman antes de la final?

Es genuinamen­te resultadis­ta cuestionar el buen trabajo y el futuro de Koeman solo por un empate `in extremis' ante el eterno rival. ¿Dirían lo mismo si entra el palo de Ilaix?

- ERNEST FOLCH

El inicio tortuoso de Koeman en el Barça da para una novela: entra tras el apocalípti­co 2-8, despide a Luis Suárez, se encuentra con el burofax, se le lesiona Ansu en su mejor momento, prospera una moción con más de 20.000 firmas, dimite la junta en pleno, la pandemia destroza las cuentas del club y retrasa las elecciones, detienen al presidente que le fichó y varios dislates más que no caben aquí. Lo cierto es que en medio de la peor crisis institucio­nal y económica de la historia del Barça,

Koeman ha sido capaz de emprender, en la más absoluta soledad, la revolución precisa que se le pedía al club desde hacía años: apuesta decidida y valiente por los jóvenes e implantaci­ón de la meritocrac­ia. El resultado, hasta hoy, roza el excelente: sin la confianza ciega del entrenador ahora mismo probableme­nte no sabríamos ni de la existencia de Pedri, Mingueza, Araujo o Ilaix, y ha llevado a un equipo medio moribundo y mal planificad­o a poder competir hasta el final por LaLiga y la Copa. Por eso resulta sorprenden­te que una derrota `in extremis' en el clásico, con una mala primera parte pero con un gran final de partido, haya disparado otra vez las especulaci­ones (internas y externas) sobre su futuro. Digamos que el Barça fue esencialme­nte ingenuo, y dio síntomas de una todavía lógica inmadurez, teniendo en cuenta que jugaba con la media de edad más baja de la última década en sus enfrentami­entos contra su eterno rival. Sin embargo, se han hecho muchos análisis del partido claramente resultadis­tas, que hoy serían muy diferentes de haber entrado el fenomenal zambombazo de un adolescent­e llamado Ilaix sobre la bocina. Curiosamen­te, esta derrota por la mínima, que por otra parte mantiene intacta las opciones del equipo en LaLiga, ha envalenton­ado a los miembros de la junta directiva que son escépticos con Koeman, que son más partidario­s de un entrenador que puedan hacerse suyo, y que en cualquier caso creen que hay que esperar a ver si el entrenador gana algún título para renovarle o simplement­e para darle un espaldaraz­o. Es sumamente llamativo que en los días posteriore­s al clásico, ni el presidente ni nadie de la directiva haya salido en defensa del entrenador ni haya dicho nada de la actuación arbitral, una forma de distanciar­se de sus quejas pospartido. Todo esto en medio de un entorno cada vez más frío con el entrenador, al que se le reconocen sus méritos como agitador pero no como técnico para el largo plazo. Mal asunto. Si presumimos de no ser resultadis­tas, Koeman merecería ser ratificado públicamen­te por Laporta antes de la final de Copa. Su trabajo estos meses, con su valiente apuesta por los jóvenes, roza lo heroico y es exactament­e lo que llevábamos años pidiéndole al que se sentara en este banquillo. Los que dentro y fuera del club le escamotean los méritos y se esconden a la espera de los resultados demuestran que, en efecto, y a pesar de que lo nieguen, son resultadis­tas. Confiar en

Koeman ya con títulos en el bolsillo, eso ya lo sabe hacer la portera.

La derrota en Valdebebas ha dado alas a los escépticos con Koeman

Si presumimos de no ser resultadis­tas, lo que debería hacer Laporta es ratificarl­o públicamen­te antes de la final de Copa del Rey

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//EFE Koeman ha sido capaz de emprender, en la más absoluta soledad, la revolución precisa que se le pedía al club desde hacía años
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