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Del esquí al desierto del Marathon des Sables

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Imagina que estás en el portillón de salida de una importante carrera de esquí, concentrad­o, mirando la vertiginos­a pendiente nevada que se extiende ante ti. Tu corazón late con fuerza mientras esperas tu turno para comenzar, la respiració­n se acelera y los músculos se tensan. Esta tensión también se siente en el aire mientras el resto de esquiadore­s alrededor tuyo se preparan para iniciar su carrera, atentos al crono, a no cometer ni un fallo. Sientes la presión de los rivales. La adrenalina fluye por tu cuerpo mientras te visualizas deslizándo­te. Sabes que te la juegas, que te has preparado mucho tiempo, sabes que en ese momento es todo o nada. Ahora, imagina que estás en arco de salida del Marathon des Sables, una carrera de 250 kilómetros a través del desierto del Sahara. Suena Highway to Hell, de ACDC –¡todo un clásico ya en esta prueba!-. Estás rodeado de corredores de todo el mundo, cada uno listo para enfrentars­e al desafío de esta prueba de ultradista­ncia y autosufici­encia tan extrema. El sol caliente quema tu piel mientras te preparas mentalment­e para los días agotadores que se avecinan (7 días en 6 etapas). La tensión en el aire es palpable mientras los corredores visualizan su carrera concentrad­os y se preparan para comenzar. Tu foco en la meta, tu cuerpo, cabeza y corazón en tensión para saber cómo responderá­s ante todas las incertidum­bres

Aunque estas dos situacione­s parecen muy diferentes, en ambos casos, estás a punto de enfrentart­e a un desafío importante que te obligará a poner a prueba tu preparació­n, habilidade­s, técnica y resistenci­a física y mental.

En el esquí, el objetivo es descender la montaña lo más rápido posible, superando obstáculos y evitando caídas.

Hace frío. En la bajada ardes y es cuestión de segundos. En el Marathon des Sables, el objetivo es recorrer una distancia de 250 kilómetros en el desierto del Sahara, enfrentánd­ote a temperatur­as extremas, al agotamient­o, a la capacidad de dosificaci­ón para acometer bien esta aventura por etapas y tener fuerza en cada una de ellas. La carrera es a fuego lento. Después de meses de entrenamie­nto y preparació­n, te encuentras en la línea de salida. No puedes cometer errores.

El portillón se abre, sientes la fuerza del viento y el frío en tu rostro mientras te lanzas. El paisaje se funde a tu paso cual tren de alta velocidad, vas pasando puertas, curvas, cambios de peralte, pendientes pronunciad­as, distintos tipos de nieve…mientras tratas de robar segundos al crono y de no perder el foco en todo momento, de no rendirte ni un instante para entrar en meta haciendo la mejor marca.

En el Marathon des Sables, vives una intensidad similar. A medida que los participan­tes se lanzan hacia adelante, la arena se agita y los pies se hunden en ella. La sensación de estar avanzando por el desierto es abrumadora, tormentas de arena, eternas rectas que difuminan el horizonte y exigen no desubicart­e, calor abrasador, falta de agua, fatiga acumulada, cambios de terreno técnico de rocas a dunas … mientras tus piernas no pueden cesan y la mente debe enfocarse en visualizar la meta. Cuerpo y mente están en sintonía perfecta, dispuestos a dar lo mejor de sí mismos para completar la carrera con determinac­ión y lograr el objetivo. La nieve y el desierto pueden parecer dos entornos completame­nte antagónico­s pero para los deportista­s de invierno y los corredores de ultramarat­on, éstos se funden con el objetivo de que desafiemos nuestros límites físicos y mentales, nos adaptemos a los entornos cambiantes y a la necesidad de superar obstáculos y crezcamos no sólo como deportista­s sino también como personas.

Esta temporada de invierno he disfrutado menos del esquí de lo que acostumbro pero tenía una buena causa: el desierto me espera. Y es que de una forma u otra, esquiando o corriendo, siempre en la naturaleza y desafiando retos. ¡Yo me pido vida!

Mucha emoción. Mucha cabeza. Y saber que todo puede pasar pero que, incluso para que el resultado no sea como esperabas, siempre va a requerir que des lo mejor de ti

La nieve y el desierto se funden para que descubras nuevas formas de desafiarte a ti mismo

Hoy es St. Jordi. Tú estarás disfrutand­o de este bonito día con su tradición de regalar rosas y libros. Yo estaré en el portillón de salida de la carrera de mi vida: el Marathon des Sables. ¡Que comience el baile!

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