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Distrito 08304

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Rocafonda. Mataró. Barcelona. Distrito 08304. A un chaval del barrio, con tan solo dieciséis años a la espalda, no parece pesarle la mochila del 08038. Aquí está localizado el Estadi Lluís Companys, en Montjuïc. Subir la montaña cuesta a todos menos a él y a sus colegas del juvenil. Los ‘hermanos’. Los ‘bro’. Mientras las excavadora­s siguen con la demolición del Camp Nou, sito en el 08028 del barrio de Les Corts, esta nueva generación de jugadores del FC Barcelona da la sensación de ser la única a la que la presión de la localizaci­ón no les puede. Desacomple­jados y descarados, desastacan los partidos y se enfrentan a los elementos mucho mejor que algunos veteranos y/o profesiona­les consagrado­s a los que sí parece que les pesa la responsabi­lidad y/o el escudo. Lamine Yamal es la cara visible en el césped de este grupo de menores de edad y Pablo

Gavi, lesionado pero con galones ganados a pulso, el que desde la grada defiende a los suyos de ataques despiadado­s e injustos. El caos que vive el club azulgrana parece no afectar a los más jóvenes. Sin contaminar, limpios de influencia­s tóxicas y con el ADN impoluto, son la esperanza de presente y de futuro. Cierto es que hay que proteger a estos talentos y gestionar su irrupción en el primer equipo -algo por lo que Xavi ha sido muy criticado y que una pìensa que ha hecho bien, ahí están los frutos en plena inmediatez-, pero cuando pintan bastos, hay que tirar de todo lo que sume. Y estos chicos están entrenados, preparados y curtidos para ello. Son jugadores del Barça desde niños. Están censados en el distrito de uno de los mejores clubes del mundo. Quizá no toque ahora el “salid y disfrutad”. Ya llegará. Ahora, salid y sumad. Es lo que toca. Mientras los críos nos empujan a creer, con los mayores nos hacemos cruces. Que trascienda que volaron bandejas de canapés chinos en el palco, presuntame­nte empujadas por Joan Laporta, no ayuda a la estabilida­d. Que confirmemo­s cada día que pasa que el modelo presidenci­alista y familiar que sigue promulgand­o el máximo responsabl­e del club no es el que toca pero sí el que hay, inquieta sobremaner­a. Que el presidente y algunos de sus íntimos estén colgados permanente­mente del teléfono tocando todos los palos sin un plan profesiona­l -y digno- al que agarrarse a día de hoy, preocupa y mucho. Que todo, desde el vestuario a los despachos, destile un tufo a mobilliari­o anticuado, duele.

Agárrense al 304 de Lamine. A la sangre nueva. A la esperanza de tener una estructura PROFESIONA­L con mayúsculas que, con paciencia, pueda trabajar desde la excelencia la ídem. Porque el Barça la tiene en su base. En el fútbol masculino y en el femenino, al que se agarran los descreídos cuando toca hacerse la foto. Muy lejos de ciertos lobbis de poder cuyo acento no es el blaugrana. Costará pero hay que volver a la esencia. Y, mientras tanto, a rezar y encomendar­se al orgullo de los mayores y al talento de los menores.

Lamine es la cara visible en el césped y Gavi, lesionado, defiende a los suyos de los ataques

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VALENTÍ ENRICH
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