Hoy Joao Félix vale menos que el domingo
El Cívitas Metropolitano es el templo atlético, la nueva y auténtica casa de los colchoneros. Un estadio moderno, construido en medio de la nada, con todo el espacio del mundo y una gran planificación para ser un estadio emblemático. Se convierte en lugar de culto antes de acceder al mismo, donde todos los iconos que han vestido la zamarra rojiblanca tienen sus minipanteones. Dos de ellos, el actual meta merengue y el luso del Barça, ven cómo se profanan los espacios que tienen dedicados una y otra vez cuando retornan a su antigua casa, pero vayamos al fútbol. Lo de Joao Félix en el Cívitas Metropolitano no fue un gran partido, pero su puntilla a la resistencia del Atlético de Madrid en la primera parte fue la rotura definitiva del exrojiblanco con su antigua afición. No lo celebró, pero tampoco, tras ser ampliamente pitado como pocos en todas y cada una de sus intervenciones en los primeros minutos, hizo ningún gesto explícito para disculparse de los aficionados locales. Si esos están dolidos, el extremo también parece estarlo, sin duda alguna. El portugués genera todo tipo de opiniones, no deja indiferente a nadie, su forma de jugar y ser lleva naturalmente a ello. Tanto talento, tan poco despliegue físico. Pueden llamarle sobrado, pueden llamarle astro. El partido culé era muy discreto hasta el criminal parricidio del portugués al ‘Cholo’ Simeone. Allí empezó a torcerse el encuentro para el equipo local. El argentino no se lo perdonará nunca jamás, no hay vuelta posible al equipo de la capital, si ha sido explícito en declaraciones, a partir de ahora lo será sin necesidad de articular frase alguna. El entrenador manda como pocos en todas y cada una de las decisiones deportivas en el segundo equipo de la capital, es la que es un hombre todopoderoso en la banda y en los despachos. Joao no vestirá jamás la zamarra de los llamados indios.
Eso lo debemos ver como una gran oportunidad. No seamos advenedizos, recordemos qué hizo el Atlético con el Barça con la ida y vuelta de Griezmann, eso nos debe obligar a estar decididos a emularlo llevándolo hasta el infinito y más allá. La temporada del actual jugador culé no dará para grandes ofertas que no sean las que procedan de los petrodólares y dudo de que sea el momento para irse a vivir del cuento, si miro el carnet de identidad del deportista. Al final de temporada, la entidad blaugrauna le debe poner un lacito antes de comprarle el billete del AVE hacia Madrid. A partir de allí, volver a esperar a la situación desesperada del equipo madrileño para volverse a deshacer de un problema mayúsculo en su plantilla del próximo curso. ¿Pagar por él? Ni un duro. Regalado o nada. Ya nos costará una buena nómina y una mayor comisión pagarle al superrepresentante Mendes su mordida sobre la carta de libertad y su sueldo, que, con toda seguridad, no estará justificado en absoluto, pero la complicidad entre el portugués y el presidente nos conducirán a esa firma. Siempre nos quedará la efectividad del jugador ante los equipos madrileños.
Hay que mandarlo con un lacito al AVE, antes de esperar la carta de libertad