Sport

Vivir sin Johan ni Txiki, un desierto para Joan Laporta

- DAVID BERNABEU

Tras otro sainete digno del fútbol de los 90, Joan Laporta abonó un mensaje el jueves. Con Hernández reinvestid­o a su izquierda, el presidente avisó: “No le vamos a dar el gusto a quienes quieren reventarlo todo. No hemos ganado, pero veo cosas para seguir creyendo en el proyecto”. Defendió la estabilida­d y una mirada más amplia. Laporta ha tardado tres años de viaje en bajar, al menos de palabra, la pelota al piso. Del “perder tendrá consecuenc­ias” a un análisis más acorde al sentido común. Al menos, aparenteme­nte. Desde luego, lo ha hecho tras dudar de todo - también de Xavi - y sin que, a día de hoy, exista la certeza de si lo mantendrá cuando esto se vuelva a calentar. Si la fe, pese a la temporada en blanco, permanecía intacta, ¿por qué se filtró el nombre de Márquez después del adiós ante el PSG? O ¿por qué hubo directivos que salieron de la junta viendo a Xavi más fuera que dentro?

Laporta tuvo siempre paciencia con los entrenador­es. La tuvo para sostener a Rijkaard, casi con Scolari en la puerta; la tuvo para alargar a

Rijkaard durante la caída de

Ronaldinho y la exhibió para no precipitar­se con Mourinho, a quien media directiva defendía por delante de Guardiola. Puso a Pep y se coronó. En general, y pese a las dimisiones - cuatro en 2005 y nueve en 2008 -, su primer mandato deportivo destiló resilienci­a, determinac­ión y acierto. Muy lejos de este remake. No creía en

Koeman y lo arrastró hasta fichar a

Xavi muy tarde. Semanas antes dejó caer que andaba verde. Y se le cuentan ya tres directores deportivos. Se sabía que la vida sin Johan Cruyff ni

Txiki Begiristai­n iba a ser complicada. Para el presidente está siendo mucho más que eso. No ha dado con el recambio. Porque, segurament­e, no lo haya.

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