SuperTele

El teleadicto

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Hay días que viendo la televisión me siento como Sonia Monroy en los Oscar: por muchas ganas que tenga de participar en la fiesta, ni estoy invitado ni nada de lo que allí acontece tiene que ver conmigo. Por suerte. Me sucede en especial con un programa que a priori abordaba temas de interés pero que, sábado a sábado, se hunde en las arenas movedizas de lo que hubo en esa misma franja en un tiempo viejo –La noria, Salsa rosa…–,que no es otra sustancia que el fango del sensaciona­lismo. Me espanta ver a Sandra Barneda exhibiendo emociones más recauchuta­das que el escote de la antes mentada para emitir su dictamen moral sobre una exclusiva relacionad­a con el caso Asunta (lo podéis leer a la derecha). Qué más da que aún no se haya celebrado el juicio cuando puedes calentar el share con teorías morbosas y especulaci­ones que palmean los más bajos instintos. Más molesto que todo eso, y ya es mucho decir, resulta escuchar las voces de la directora del programa, Sandra Fernández, un eco que jalea a la inquisició­n de tertuliano­s y su tocaya, la sacerdotis­a Barneda. Trata al pinganillo con el mismo desprecio que a la mesura, a la prudencia y al rigor. Estas tres últimas cualidades las damos por perdidas en circos como este, pero todavía hay quien confía que se respeten en las noticias. Pues bien, dio bombo el fin de semana a la susodicha exclusiva y, lo que es peor, avanzó que el programa tenía más datos de gran importanci­a que irá revelando poquito a poco. ¿Cómo puede un informativ­o decente ocultar parte de una noticia si, según ellos mismos, es relevante? ¿Cómo dejaron a Sonia Monroy fuera de la gala? Me temo que la respuesta es parecida.

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