La soledad de Einstein
Protagonizada por Geoffrey Rush, muestra la compleja personalidad del físico que revolucionó la ciencia.
Con una curiosidad insaciable, Albert Einstein fue tan bri l lante como científico como torpe en sus relaciones sociales. Una personalidad fascinante, que National Geographic retrata desde el martes 25 en Genius, la primera serie de ficción del canal, dirigida por el osca- rizado Ron Howard (Una mente maravillosa).
“El espectador tendrá un conocimiento más profundo de la ciencia, pero nos interesa más la parte humana del genio”, dice el director. Geoffrey Rush, el protagonista, asiente: “Fue un tipo contradictorio. Bohemio en su juventud y burgués luego. Y con dificultades para comunicarse y ser afectuoso”. Licenciado en Física y Mate- máticas, le costó que reconocieran sus méritos.
Un judío alemán
De hecho, su primer trabajo fue como examinador de patentes en Berna, Suiza, tras dejar su Alemania natal en 1896. En 1905 pub l i có l a Teoría de la Relatividad y sacudió los principios heredados de Isaac Newton. “Las reticencias hacia él eran más políticas que cient í f icas”, af i r ma Howard. En el Berlín prehitleriano de la época, compañeros de profesión intentaban desacreditarlo y le atacaban por ser judío. “Incluso se nacionalizó suizo para no hacer el servicio militar y le acusaron de traidor. Pero nunca le importó”, explica Rush. Su refugio era la física y tocar el violín, su otra pasión, de la que disfrutaba en soledad. “Siempre pienso en la música, pues de ella saco mi alegría e inspiración”, decía.
Defensor de la paz
Nobel de Física en 1921, fue un humanista y pacifista convencido. Nunca renegó de sus aportacio-
nes al descubrimiento de la bomba atómica, pero tenía una razón: “Era mejor que la construyesen los americanos a que lo hicieran los alemanes”. Allí en EE.UU. vivió desde 1932 hasta su muerte en 1955.
Durante diez episodios, también se muestra lo complejo de sus relaciones sentimentales. “No fue buen esposo ni padre”, dice Ron. Se casó dos veces y su primera mujer fue la matemática serbia Mileva Maric, con la que tuvo dos hijos y a la que puso condiciones para casarse. “Renunciarás a cualquier relación conmigo a menos que sea necesario por razones sociales”, fue una.
Tan genial como excéntrico, dejó decenas de frases célebres. La que guió su vida: “La creatividad es contagiosa, ¡pásala!”.