Un mago en el colegio
El recreo se convirtió en una fiesta para estos chavales que hicieron realidad algunos sueños.
Tras haber recorrido siete colegios de la geografía española, El árbol de los deseos planta sus raíces en Segovia, el último lugar elegido para ‘recibir’ a los niños del Colegio Marista Nuestra Señora de la Fuencisla.
Supertele comparte con Edu Soto la cabaña construida en las ramas, a donde se dirigen los niños para hacer sus peticiones. Únicamente hay una condición: que sean para otra persona: “Ese es el ejercicio más importante, tener que proponer la felicidad para alguien querido”. Desde lo alto del árbol, rodeados de tocadiscos y otros objetos vintage, esperamos a que los pequeños llamen a la puerta: “Para que se suelten tengo que sacar mi niño interior, empatizar e intentar que estén a gusto… Y cuando lo consigo es una pasada”.
Corriendo y con muchos nervios, Andrea sube para pedir para su primo Íker, de 5 años, una nueva silla de ruedas porque la suya se le ha quedado pequeña. Tras colgar su deseo en una rama, le toca el turno a David, que sueña con reunir a su familia al completo en la nieve.
Y, por último, Paula quiere que su madre conozca a sus ídolos de su adolescencia, Hombres G.
Una vez hechas las presentaciones, llega la mejor parte: “Alucinas con la ilusión de los niños y lo nerviosos que se ponen cuando les anuncias que su deseo se hará realidad y que, además, no pueden decir nada en casa. Todo es un secreto.
Vuelta a la infancia
¿Y qué ocurre si no se cumplen? “Si no funcionan nuestros esfuerzos ya ha habido mucha recompensa. Hacer esto me enternece mucho”, asegura.
Para Edu, después de probar como cómico, cantante y actor, este programa ha sido su mayor desafío: “Me siento cómodo entre los chavales. Hay que soportar largas y duras jornadas de grabación y pasas muchas horas fuera de casa. Pero desde luego no es un sufrimiento estar tanto tiempo en un sitio tan familiar como un colegio y que todos conocimos siendo niños”.
Aunque alguno no siempre se lo pone fácil, como David, que le pregunta qué hacen con los deseos que no se cumplen. “Se quedan en las ramas del árbol para que un día se hagan realidad”, responde rápidamente Edu.
“Lo que he vivido ha sido una pasada”