El teleadicto
“El amor es algo terriblemente complicado”, dijo Risto Mejide en el arranque de All you need
is love… o no. Como tal lo ha abordado en sus charlas en el Chester, y por eso tenía cierta esperanza de que ya solo su presencia supusiera un vuelco a este género televisivo siempre empalagoso que se basa en forzar emociones estándar y de consumo rápido. Pues no. Ya anuncio que mi decepción es máxima.
El punto fuerte del Risto post-OT es su capacidad para apreciar los matices, para ‘televisar’ instantes preciosos con personas a las que escucha y respeta. En este nuevo programa vuelve a estar más pendiente de soltar la gracia que de empatizar con los invitados, a los que solo trata de tú a tú si el guión –y la insoportable musiquita que subraya los no más de cuatro estados de ánimo posibles– indica que es un ‘momento intenso’. Su colección de caritas ensayadas ante el espejo es otro indicador de que este no es un programa sobre el amor, sino un corta y pega de escenas low cost con situaciones y debates nivel
Mujeres y hombres… trufados con otras de dudosa moralidad: la más preocupante, el encuentro entre un sirio –elegido por ser muy guapo– y su madre. Me duele escribir esto, pero es una profunda banalización de un conflicto que pisotea cada día nuestra conciencia colectiva, y que aquí regala un alivio ilusorio y deshumanizador.
Por lo demás, a excepción de la frescura de Irene Junquera y David Guapo, falla el concepto del plató, fallan el resto de colaboradores, falla el ritmo, falla que no sea en directo… Sobre todo falla el ‘corazón’ del programa, básicamente porque, si lo tiene, aún no ha empezado a latir.