El teleadicto
Hasta Ana Rosa curró el sábado para seguir el carrusel del 155, un minuto y resultado en fase tan abierta que no hay ningún programa ni serie en la parrilla que me enganchen más. Tremenda lástima que sea realidad y no ficción. Después del empacho, maratón de Netflix de postre: me pareció un chiste oportuno revisitar justo ahora el conflicto vasco, quizá con la idea subconsciente de que dentro de unos años podremos hacer lo mismo con Cataluña, aunque pinta que queda muchísimo. Con esa buena disposición me senté ante Fe de etarras. Título brillante, planteamiento y reparto más que prometedores, campaña promocional polémica… Qué buenos ingredientes para un guiso… que se les ha pegado. Ni media sonrisa me sacó una película con un tono híbrido no lo suficientemente absurdo para provocar la carcajada y que roza lo molesto cuando ronda cierto costumbrismo realista. Lo mismo me pasó con los 8
apellidos… de un lado y de otro, así que supongo que tampoco soy representativo. Y ya que estoy en plan inmensa minoría, me permito hablar de un programa que seguramente no vas a ver, pero deberías, y también está en Netflix. RuPaul’s Drag Rac. Nueve temporadas que son oro. Confiad en vuestro fiel teleadicto: es un OT de drag queens, tal cual, pero también es un poderosísimo foco de aceptación y superación personal, de tolerancia y diversidad, y también es un deslumbrante laboratorio de creatividad, talento, moda y arte…, y cachondeo puro, por supuesto. Si usáramos esos ingredientes en otros ámbitos, qué distinto sería todo.