El actor de las mil caras
A punto de cumplir 60 años y recién casado, el británico, famoso por desaparecer en casi todos sus personajes bajo la caracterización, aspira al Oscar tras ganar el Globo de Oro.
Prepara ‘Flying Horses’, su segunda película como
director
En 30 años de carrera, Gary Oldman ha demostrado ser uno de los mejores actores, capaz de imitar cualquier acento y de transformar se en personajes tan distintos como Sid Vicious, el conde Drácula, Lee Harvey Oswald y Winston Churchill, su último trabajo para el que se preparó durante un año y que le ha valido su primer Globo de Oro y, seguramente, su segunda nominación al Oscar tras El topo.
La actuación fue la vía de escape de un adolescente amante de la música y criado en el humilde distrito obrero de New Cross en el sur de Londres con su madre, ama de casa, y su padre, un marino y soldador alcohólico que los abandonó cuando él tenía 7 años. Tras el rechazo de la Royal Academy of Dramatic Arts estudió con beca en el Rose Bruford College de Londres.
A finales de los años ochenta, Sid and Nancy, Ábrete de orejas y The Firm le dieron cierto prestigio y Hollywood empezó a fijarse en su versátil personalidad interpretativa . JFK (caso abierto) y Drácula de Bram Stoker lo convirtieron en una celebridad, lo que dio paso a una de las etapas más turbulentas de su vida: alcohol, droga y otros excesos de la fama, además de tormentosos romances con Uma Thurman e Isabella Rossellini, con quien adoptó a su hijo Roberto.
Un hombre bueno
Durante la infancia de sus hijos pequeños se alejó de los papeles oscuros (Amor a quemarropa, El profesional, El quinto Elemento, Air Force One...) para acercase a hombres de persona- lidad noble como Sirius Black, de la saga Harry Potter, el comisario Jim Gordon de El caballero oscuro, y el agente de MI6 George Smiley, en El topo.
Afincado en Los Ángeles desde hace varias décadas, reside con su cuarta esposa, la conservadora de arte Giselle Schmidt –se casaron el pasado agosto– y ya prepara Flying Horses, un duro biopic sobre el fotógrafo Eadweard Muybridge, que será su segunda película como director 20 años después de firmar Los golpes de la vida.