El teleadicto
De esto que llegas el sábado a casa a las dos de la mañana con el gin tonic a medio digerir y ves en
La Sexta noche a la reina Letizia sorbiendo una sopa hecha como de hojas de periódico. Con sus niñas abochornadas y su marido hablando del tiempo. Ella sorbe, impertérrita, egipcia. Te vas a lavar los dientes y, al volver, te crees que te has pasado a Neox porque en pantalla aparece el típico plano ojo de pez de cuando los personajes de
Modern Family van en coche. Pero no, es la familia real española, atravesando zonas residenciales y hablando de las valencias del estroncio. Iñaki López y compañía me aclaran que son unas imágenes difundidas por el 50 cumpleaños del rey, un regalo a los súbditos, algo así como el contenido extra de la edición Blu-ray de la miniserie
Felipe y Letizia para que veamos que, en el fondo, son como tú y como yo. Más como tú que como yo, sospecho. Aunque el formato tienda a
Muchachada nui
que a Netflix, esta estrategia de acercar la monarquía al pueblo (o a los espectadores, que eso sí que merece un análisis hondo), conecta con la trama de The Crown. Con la lucha que afronta Isabel –para los fans de la serie ya siempre será Lilibeth– cuando es forzada por su marido, por su hermana y por el político de turno a modernizar una institución que se cimenta en lo opuesto. Hace concesiones, sí, pero ella elige ser roca, no comer sopa. De esta maravillosa temporada me quedo con el contradictorio florecer de la princesa Margarita y con el encuentro, mujer contra mujer, de Isabel y Jacqueline Kennedy. Qué rotundo ejemplo de que la ficción de calidad retrata la esencia de las personas con pinceladas más certeras que la realidad impostada.