Alberto Ammann y Eloy Azorín.
Supertele habla con el protagonista de la serie de suspense de Antena 3 sobre un periodista justiciero
Hablamos con los dos actores protagonistas de la serie Apaches de Antena 3
No era fácil dar con un actor que hiciera creíble a Miguel, un periodista reconvertido en atracador para devolver la dignidad a su familia. Pero el director de Apaches tuvo clara la elección: Alberto Ammann. “Resulta magnético y ‘querible’, por su presencia y habilidad en mostrar la gran persona que es”, dice Daniel Calparsoro, que ya contó con él en cine: Invasor y Combustión.
¿Privilegiado por no pasar casting?
Para nada. Cuando esto ocurre, me considero a prueba; no doy nada por hecho y tengo que esforzarme y darlo todo. De hecho, mientras rodaba la primera temporada de Narcos en Colombia, ya trabajaba sobre esta.
¿Por qué la aceptaste?
Me entusiasmó el personaje, un periodista con su vida encaminada que descubre que la empresa de su padre está en quiebra. Al ver que le han estafado, decide ponerse a su servicio para hacer justicia y devolverle su honor.
¿Qué compartes con Miguel?
Valores como el amor profundo por la familia y el arrebato cuando veo una injusticia, pero no creo en la violencia y la venganza para resolver conflictos. Le quiero con sus contradicciones, pues hay veces que puedes odiarle y eso le humaniza.
Está inspirado en la vida real de Miguel Sáez. ¿Hablásteis mucho?
Claro, pero me dejó mucha libertad. Me interesó su experiencia vital; saber lo que era pura ficción… y a partir de ahí, tiré de imaginación. También me ayudó recorrer juntos Tetuán, el barrio donde mi personaje se crió y al que decide regresar.
¿Has vivido en un entorno parecido?
Sí, cuando tenía 16 años, en Córdoba, Argentina. Coincidiendo con la gran crisis durante la presidencia de Medem, pasé de un barrio acomodado a otro obrero, con una clase marginal similar a este. Me codeé con gente que trapicheaba; vi cómo algunos caían presos…
Y antes, ¿cómo recuerdas tu infancia?
Correteando bajo las mesas de casa, con habitaciones llenas de gente que hablaba, discutía y fumaba. La política ha impregnado mi vida, pues mi padre se presentó a dos elecciones presidenciales. Aunque también recuerdo mi primera vez en bici, en El Retiro. Me siento madrileño, y en Argentina me llaman “el galleguito”.
¿Cuándo te instalaste en España?
Hace 14 años, pero de niño estuve desde los dos meses hasta los cuatro años, en que regresé a Córdoba.
¿Por qué te hiciste actor?
Fue algo impulsivo. Ya en el colegio, Teatro era mi asignatura favorita; me gustaba ver pelis, hasta que con 19, mientras estudiaba Psicología y Música en el conservatorio, me cogieron en un casting para un corto. Me picó el gusanillo y empecé a formarme en el Teatro Real de Córdoba.
¿Perdimos a un buen psicólogo?
No. Lo dejé en primer curso porque no veía lo del diván haciendo terapia para ayudar a otros. De hecho, creo que fui a la facultad buscando respuestas para mí mismo.
Últimamente te dan papeles de delincuente, aquí, en Narcos…
Pacho Herrera es mucho más, un psicópata para el que tuve que engordar 15 kilos. Los jefes me dieron pocas pautas, ni sobre su homosexualidad; querían que los actores aportaran, lo que es de agradecer.
Apachesla grabaste tras acabar la primera temporada. ¡Vaya cambio!
Sí, sobre todo en cuanto a medios; son impresionantes. Para una secuencia estábamos un día entero, aquí en ese tiempo se hacen ocho.
¿Te llevas los personajes a casa?
Ya no. Vi que obsesionarme el resto del día extrayendo cosas de la realidad no me ayudaba.
¿Tu mayor virtud como actor?
Mi valentía a la hora de lanzarme y de asumir riesgos en el trabajo. Ya en Celda 211 me acojoné cuando me citaron para la prueba con Luis Tosar, pero me armé de coraje, y fui sintiendo que podía con ella.
Ese trabajo mereció el Goya en 2010.
“En el trabajo, soy lanzado y le echo coraje”
Fue un momento muy importante; me abrió puertas, no solo en el cine. El anuncio de Chanel con Keira Knightley surgió de que su directora de casting vio esa gala.
Llevas tres años volcado en la tele.
Antes no me interesaba. Ahora, gracias a las nuevas tecnologías, y a las plataformas de pago, se asumen más riesgos; las producciones se cuidan, y tratan asuntos comprometidos y más adultos.
¿Qué proyectos tienes?
El estreno de la segunda entrega de Marte; propuestas de cine y, sobre todo, la escuela de interpretación Teatro de las Culturas, que he montado con Clara MándezLeite, mi pareja, invirtiendo todos
mis ahorros.
¿Es tu plan B?
No; es cumplir mis sueños: un espacio para programar cultura y trabajar con alumnos como un proceso de maduración. A mis 39 años es momento de sembrar…
Pero tuviste una cafetería y ahora posees un restaurante.
Eso sí que es un negocio puramente económico, pues me gustaría no tener que aceptar proyectos solamente por dinero.