El teleadicto
“Un niño pronuncia su primera palabra y ofende a varios colectivos”. Este titular de El Mundo Today que probablemente hayas visto en algunas de tus redes sociales, es un reflejo cachondo y profundamente descriptivo del momento que vivimos. Forma parte de la epidemia de lo políticamente correcto contagiada por la inquisición tuitera a la que dan (damos) volumen y trascendencia los medios de comunicación. Por llevarlo a un ejemplo televisivo, hubo amago de boicot a Por 13
razones por incitar al suicidio entre los adolescentes, y ahora se señala a The End of The F***ing World por ser una mala influencia para esos mismos jóvenes, por el detallito de que el protagonista es un pelín psicópata –quien haya llegado al último capítulo de
Mindhunter
sabe que ese demonio se esconde tras la cara más inesperada–. Y los chavales, y yo también, flipando porque las mentes cerradas y viejunas no pillen que ambas series son un canto a lo distinto, a las relaciones auténticas y no estereotipadas. Aire puro que te asfixia o te salva de morir asfixiado. Desde este punto de partida, me permito decir que este último relativo fenómeno de Netflix tiene sus puntos flacos: la voz en off a veces toma al espectador por lelo y, además, tiende a colocar la acción dentro de las cabezas de los personajes: quizá en esta época en la que el espacio común es tan hostil y tremendamente coñazo por lo que describía al principio, molaría que las series juveniles salieran del ensimismamiento y tuvieran una proyección más social.