Belleza.
Pura esencia
La civilización egipcia fue una de las primeras en emplear aceites esenciales con fines curativos. El clima cálido y su proximidad al Nilo, hicieron de la zona un paraíso rico en plantas aromáticas que aprendieron a destilar gracias a las técnicas de diversos pueblos de Mesopotamia. Pero también tenían funciones espirituales. Se incluían en los sarcófagos de los difuntos como ofrenda a los dioses para asegurar el paso del alma al más allá.
La otra parada histórica está, por supuesto, en Grecia. Hipócrates, el padre de la medicina, ya habló de sus propiedades curativas y los aplicaba en masajes.
Qué son
Su utilización a lo largo de la historia parece avalar su efectividad, pero... ¿qué son exactamente? “Se trata de la esencia volátil extraída de plantas aromáticas”, explicaba Cristina Escudero, farmacéutica y formado- ra de Pranarôm España, sobre aromaterapia científica. Pero hay que diferenciar los aceites esenciales de los vegetales, ya que son molecularmente distintos.
A diferencia de estos, no son sustancias grasas, pese a que su nombre induzca a error. Sin embargo, son capaces de actuar a un nivel más profundo en la piel.
Cómo se obtienen
Principalmente, proceden de las flores, las hojas, las raíces y las resinas de las plantas.
De acuerdo a los Laboratorios Hévéa, existen cuatro procesos principales, que varían según la fragilidad de la planta. La más habitual es la destilación por vapor de agua, que separa el agua floral del aceite esencial.
Otro método es el prensado en frío, que se emplea, sobre todo, con las cáscaras de los cítricos.
La técnica del enflorado es la más antigua y la que menos se utiliza hoy, aunque tiene una gran ventaja: “Es la única que permite recuperar la fragancia de la planta en toda su plenitud”.
Para sustituir esta última se suele hacer uso de la extracción mediante disolventes, lo que provoca una concentración intensa de los aromas.
Cómo se usan
La forma de sacar partido a sus beneficios es diversa: se pueden emplear vía tópica, sin que dejen sensación grasa y también a través de la respiración; de hecho, son muy recurrentes en el campo de la aromaterapia por sus propiedades relajantes. Otra manera es vía oral, en forma de píldoras o gotas junto con las comidas.
No obstante, es recomendable evitar el contacto directo de la piel y mezclarlos con aceites vegetales o agua para reducir el riesgo de abrasión. Y en cuanto a los provenientes de cítricos, no deben usarse antes de tomar el sol por su carácter fotosensible y a que producen un exceso de pigmentación.