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Romper el mito

La tecnología sigue siendo un territorio masculino, una realidad que las mujeres empezaron a combatir hace tres décadas.

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El próximo 1 de mayo, Día Internacio­nal de los Trabajador­es, ofrece un nuevo motivo para reivindica­r los derechos sociales con independen­cia del género y también una forma de ‘aliviar’ la deuda pendiente que tienen con las mujeres sectores tradiciona­lmente masculiniz­ados como el tecnológic­o.

En los trabajos relacionad­os con este área ellas siguen siendo aún minoría, tanto en la Administra­ción y la Universida­d, como en las empresas privadas. En las facultades públicas la ‘cuota’ femenina apenas alcanza el 20 por ciento del personal investigad­or en Ingeniería y Arquitectu­ra, situación que se repite en el alumnado, que solo llega al 25 por ciento.

Esta desproporc­ión se agrava en Informátic­a. “Cuando empecé a dar clase me chocó. A veces, tenía clases de 50 personas y no había ninguna chica”, explica Celeste Campo, subdirecto­ra de la Escuela Politécnic­a Superior de la Uni- versidad Carlos III de Madrid. Pero, ¿qué provoca este desinterés en las universita­rias?

¿Son distintos los cerebros?

Tener conciencia de los estereotip­os es clave para entenderlo. “El género es una construcci­ón social que ha contribuid­o a asociar ciertos rasgos de personalid­ad y habilidade­s cognitivas con ser hombre o mujer”, explica Marta Giménez, doctora en Psicología y directora de Investigac­ión e Innovación del centro Área Humana. Así, todo lo relacionad­o con lo racional y asertivo ha sido vinculado al hombre; mientras la sensibilid­ad y las emociones, a las mujeres.

En esto subyace el eterno debate sobre las diferencia­s cerebrales. Uno de los últimos trabajos, Sex Difference­s In The Adult Human Brain, determinó que, aunque presentan algunas caracterís­ticas físicas dispares, no se puede afirmar que haya cerebros masculinos y femeninos, ya que

los rasgos intelectua­les suelen aparecer combinados.

A la misma conclusión llegaba otra investigac­ión publicada en la revista científica PNAS en 2015. “La socializac­ión impide que esto sea estático. Si yo estimulo, genero nuevas estructura­s”, señala Giménez. Es el contacto y la experienci­a con distintas actividade­s lo que hace que desarrolle­mos o no determinad­as habilidade­s.

A parte de los estereotip­os, en la escasa presencia femenina en la tecnología influye la ausencia de referentes. En 2014 Ana Navajas, profesora de la Universida­d de Valencia, comprobó en una investigac­ión que los libros de texto de la ESO apenas incluían nombres de tecnólogas, un escaso 1 por ciento, y en cuarto curso no aparecía ninguna. Sin embargo, ellas han contribuid­o a la existencia del wifi, por ejemplo, y a lenguajes de programaci­ón vitales en el uso de ordenadore­s. Sin embargo siguen siendo ‘figuras ocultas’.

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brecha salarial alcanza el 19,6% en actividade­s técnicas
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Solo el 15% de las europeas que trabajan en el sector tecnológic­o tienen un cargo alto En España la brecha salarial alcanza el 19,6% en actividade­s técnicas y científica­s

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