El teleadicto
Qué horror, dicen, que gane
Supervivientes una niña tan maleducada, y qué triste que ese reality con tanto ‘corazoneo’ forzado sea el programa más visto del año con datos de audiencia solo comparables al fútbol. Ya. Porque qué hermoso es el fútbol. Qué bonito ese partido inaugural con Vladimir Putin compartiendo risas y confidencias con Mohamed bin Salman, príncipe heredero de Arabia Saudí. Eso son valores y no los de Sofía, mujer tenía que ser. Y qué gran ejemplo para los niños también que el héroe de Portugal, látigo de España, negocie con nuestras instituciones para acordar pagar no demasiados millones por haber defraudado a Hacienda, aunque le caiga pena de cárcel, eso sí, lo suficientemente baja para no pisar una celda. Ya sin ironía, cómo cambia el rasero según quién defrauda, que se lo digan al exministro Huerta. Su caso no tenía otra salida posible según lo establecido por quien lo eligió, pero antes de eso ya nadie le perdonaba que viniera de la televisión, de ‘esa’ televisión. Al menos él sí logró el cargo, no así el coronel Pedro Baños, una eminencia en geopolítica que se ha quedado fuera del gobierno por una campaña instantánea en la que se le ha vapuleado y ridiculizado por colaborar en Cuarto milenio. Cómo se atreve, penalti y expulsión. Estoy tan seguro de que esos que lo desprecian no han visto ni un minuto de sus intervenciones en el programa de Iker Jiménez… El discurso de Baños es complejo, lateral, lindante con esos asuntos globales de los que no se habla, no existen. Que no, que aquí hay que hablar de lo importante, de lo que nos une, de lo que somos. Fútbol y punto pelota.