Brihuega acoge el VII Festival de la Lavanda, con conciertos de Café Quijano y Pitingo
Los campos morados que arropan esta villa monumental de La Alcarria son el escenario del VII Festival de la Lavanda.
Amediados de julio los campos de Brihuega, en el alcarreño valle del Tajuña, se tiñen del color violeta de las flores del lavandín, un híbrido de la lavanda provenzal y el espliego autóctono que florece en verano. Antes de la recolección de esta planta aromática que se utiliza en la fabricación de perfumes, esta localidad amurallada que encandiló al Nobel Camilo José Cela (Viaje a la Alcarria) y al periodista Manuel Leguineche (La felicidad de la tierra), celebra el VII Festival de la Lavanda.
Del 13 al15 de julio reúne música, gastronomía, naturaleza y deporte. Y tiene todo un ritual. Al atardecer, cuando baja el calor y las abejas descansan, los asistentes, vestidos de blanco, disfrutarán de dos conciertos –Pitingo, el viernes, y Café Quijano, el sábado–, una velada gastronómica con el chef Dani García – dos estrellas Michelin–, un trail por una plantación de mil hectáreas, el 10 por ciento de la producción mundial, y dos carreras, de 7 y 18 km, que cierran la cita el domingo 15.
Ciudad amurallada
Brihuega, también famosa por su preciada miel de color ámbar muy claro y aroma a espliego, y por los encierros más antiguos de España, es una pequeña villa monumental a 100 km de Madrid, declarada Conjunto Histórico Artístico en 1973.
Conserva buena parte de la antigua muralla medieval y se articula en torno a la Plaza Mayor, conocida como El Coso, donde se levanta el Ayuntamiento, la Real Cárcel de Carlos III y las cuevas árabes, un laberinto de galerías y túneles de 8 km.
En sus calles empedradas flanqueadas por soportales, se levantan la iglesia gótica de Santa María de la Peña, de fachada románica; la de San Miguel, con portada cisterciense con arquivoltas, y la de San Felipe.
En la parte alta se encuentra la antigua Real Fábrica de Tapices, activa hasta la Guerra Civil, que llegó a albergar 84 telares, rodeada de versallescos jardines con vistas al valle del Tajuña, y el castillo de la Peña Bermeja, cuyo patio de armas se convirtió en un cementerio.
En el Prado de Santa María, al que se accede por el Arco de la Guía, está el antiguo convento de San José, sede del original Museo Mundial de Miniaturas del Profesor Max, 300 objetos que hay que mirar con lupa, creados por un ilusionista natural de Brihuega. Cerca queda Cívica, una aldea excavada en una loma.