El teleadicto
No hay nada más decepcionante en la vida que cuando alguien en quien has depositado cierta confianza hace exactamente lo mismo que criticaba. Hablo de las decisiones sobre la dirección de RTVE, una cadena de despropósitos que deberían generar más contestación social. En esta columna he escrito muchas veces sobre la profunda tristeza y rabia que me provocó ver cómo el anterior gobierno descabezó y pudrió todo el trabajo de pluralidad, rigor y servicio público que con tanto esfuerzo y talento construyó el equipo de Fran
Llorente, con Pepa Bueno como faro de guía. La actitud del gobierno actual, parcheada de excusas imposibles de digerir y atravesada por filtraciones profundamente vergonzantes, nos lleva sin remedio a una de las frases que más daño hacen al futuro de un país: “Al final son todos iguales”. El último viraje hacia el nombre de Rosa María
Mateo es del todo extemporáneo y solo tiene el objetivo de maquillar, casi con técnicas de tanatopraxia, la incapacidad, más bien la falta de voluntad, de buscar un consenso. La situación mantiene a la pública en la pocilga de las injerencias internas y de la desconfianza externa. Si unimos esta noticia a la del triunfo del señor rancio (la juventud es más que una cifra en el DNI) que se sacó la carrera tan rápido como ascendió en el PP, estamos ante una regresión que, ojalá, no nos arrastre. Estamos abocados hacia un concurso de telegenia entre señores que se afanan en controlar medios para que les saquen guapos, maduros e interesantes. Que los vote Juncal Rivero. Nosotras y nosotros nos merecemos otra cosa.