Leo Harlem.
El humorista habla de El mejor verano de mi vida,comedia que protagoniza
El showman y actual colaborador de Zapeando es el protagonista de El mejor verano de mi vida, comedia familiar dirigida por Dani de la Orden que se ha estrenado recientemente en los cines. En ella Leo Harlem se convierte en un vendedor de robots de cocina en quiebra, que ha prometido a su hijo unas vacaciones de ensueño y se las tiene que apañar para que de verdad resulten inolvidables.
Llevas el peso de la película. ¿Estás satisfecho con el trabajo?
He disfrutado un montón, he aprendido mucho y he aportado mi facilidad para la verborrea.
Grabasteis la película en invierno. ¿Resultó muy duro?
La verdad es que sí. Hubo una parte que rodamos en Tenerife y acompañó el tiempo, pero cuando estuvimos en Madrid pasamos mucho, mucho frío.
Alguna vez has dicho que censuras mucho tu humor. ¿Por qué?
No hablo de política ni de religión ni de mujeres ni de sexo. Nunca opino de nada. Lo que pretendo es que la gente se ría. Prefiero bromear de las bobadas que se ponen de moda, de lo que hacemos todos.
¿Eres tan campechano como Curro, tu personaje en este filme?
La vida debería ser algo muy sencillo. A mí no me gusta complicarme con el tema de las redes sociales o depositando mis intereses en lo material, que es lo que le pasa a Curro, el protagonista. Acaba dándose cuenta de que hay cosas más importantes en la vida.
¿Y eres igual de soñador que él?
Yo soy más práctico, pero con sensatez. No tengo sueños locos ni obsesiones. Además, creo que si uno se obsesiona con algo, es precisamente cuando no sale bien.
¿Cómo ha sido trabajar con Alejandro Serrano, tu hijo en la película?
Desde los ensayos, la conexión con él fue instantánea. Se ha reído mucho con todas las gansadas que hacíamos y creo que eso ha repercutido en su trabajo.
¿Tú tienes hijos?
No, pero me gustan los niños, me llevo bien con ellos. No soy padre en la vida real, pero en las películas no paro de tener hijos (risas).
Otro estreno que tienes pendiente es el de Perdiendo el este...
Esta película es una secuela de Perdiendo el norte y habla de los jóvenes que tienen que irse al extranjero en busca de un futuro prometedor. Yo hago del padre del personaje de Julián López y soy el dueño de una ferretería. Él es Braulio y decide irse a China para desarrollar proyectos de investigación.