El teleadicto

Tenía curiosidad por saber cómo se iba a acercar Cuatro al mundo de los paparazzi con Misión

exclusiva y, después de verlo, el fracaso en audiencia me parece apropiado. El programa trata de dotarse de un ritmo trepidante, como de película de acción veraniega sobre un oficio emocionante y glamuroso. Nada más lejos, sobre todo cuando los protagonistas parecen sacados de los Gipsy Kings. El sobreactuado fotógrafo sobre el que gira todo este insostenible tinglado, Sergio Garrido, corre de un lado a otro con tendencia a dejarse la hucha al aire, y plantea su objetivo, sacar fotos de gente a escondidas, como un duelo de igual a igual entre el famoso y él. Me parece de psicólogo de guardia la autoridad con la que Garrido habla de la ‘verdadera personalidad’ de Leonardo DiCaprio, Zidane o cualquier personaje público que entra en su radio de acción, y también el lenguaje bélico en el que se escuda –“¡vamos a atacarle por aquí!”–, por no comentar en el irrespirable ambiente machista (ellos son piezas de caza, ellas, cachos de carne) y garrulo que hay entre sus colaboradores. El programa en sí no marca ninguna distancia ética con lo que se muestra en pantalla, que será legal, muy bien, pero también ruin y cutre. Y ahora que me he quedado a gusto, toca ser sincero: soy el primero que mira las fotos de los famosos pillados. Así que hay hipocresía al cuadrado en esta columna. Y sería hipócrita si dijera que es una genialidad lo que está haciendo El intermedio con la ‘momia’ de Franco. Entiendo el juego de calado, pero el mal rollo como material televisivo no me va, ya venga de Ibiza o del Valle de los Caídos.