El teleadicto
La primera semana de competición oficial nos ha sorprendido con cuatro datos de audiencia de varios años a.N. (antes de Netflix).
Masterchef Celebrity y su súper casting sacaron el aperitivo; Las
Campos sirvieron la papada de Carmen Borrego como plato principal; Isabel Pantoja regaló una merienda histórica a
Sálvame, y el corral de GH VIP presume de ressopó (término en catalán que se refiere a una comida antes de acostarse) para varios meses. Famosos y show es, junto al deporte, el único cóctel que emborracha al público. Desde esta peculiar generalidad pongo el foco en la extemporánea propuesta que lanzó Terelu a la Pantoja: “¿Darías una entrevista a Telecinco si fuera la despedida de María Teresa?”. “Somos dos grandes, dos estrellas, y eso vale mucho dinero”, respondió con ese discurso cargado de expiraciones que sonaría sobreactuado hasta en la casa de Bernarda Alba. Para visualizar ese choque interestelar sí que hay que viajar muchos años a.N., a esas entrevistas de Lola Flores o Rocío Jurado que hoy resucitan en redes sociales por su arte y modernidad. Pero este folclórico fervor nostálgico que no sé de dónde me sale choca contra un muro de realidad: a día de hoy, una de las dos grandes, de las dos estrellas, ejerce de comparsa en un reality sobre la extracción de la grasa del cuello de su hija; la otra de las dos grandes, de las dos estrellas, apenas da un concierto al año tras su paso por prisión. ¿Sabéis qué? Echo el muro abajo: las biografías más atractivas son las que toman giros kamikazes, las que se zambullen en la decadencia y alumbran una conclusión éticamente dudosa en su ocaso. Vasile, ¡ahorra!