El teleadicto
“Leticia Dolera llevará al cine la historia de la actriz embarazada que fue despedida por Leticia Dolera”, decía esta semana un titular genial del diario satírico ElMundoToday. Viene a cuento de un debate que es como el reverso oscuro de la fuerza con que la actriz y directora se ha involucrado en la lucha feminista. Por si no lo has leído, resumo: la actriz Aina Clotet iba a ser unas de las protagonistas de
Déjate llevar, la serie que Dolera graba para Movistar+, pero, según su versión, la creadora la apartó del proyecto porque se quedó embarazada, una situación que alteraría el plan de producción y que, además, dispararía el coste de su seguro obligatorio. ¿Es legal? ¿Está justificada artísticamente esta decisión? ¿Y a nivel ético? En realidad la polémica no responde a esas pertinentes preguntas, sino a la intuición, creo que generalizada y altamente verosímil, de que la propia Leticia Dolera habría criticado ese mismo despido con fiereza si ella no fuera la empresaria. Me imagino que ahora se agarrará a los matices del contrato para defender su decisión, pero la complicación, y es un problemón para todos, es que la inquisición mediática multidireccional de la que muchas veces formamos parte aún sin darnos cuenta, se pasa los matices por la hoguera. Si me pongo en plan sociólogo, me parece alucinante ver ahora cómo el frente activista liderado por Dolera vía Twitter e Instagram se divide como un dragón de dos cabezas para echar fuego contra su ‘khalesi’ o contra la propia cabeza rebelde. Y de ahí me temo que solo pueden salir humo y cenizas para terminar de enturbiar la visión sobre un tema tan vital.