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Belleza.

El frío es uno de sus grandes enemigos y la hidratació­n, el paso fundamenta­l para combatir la sequedad y reducir las molestias. Y lo más importante: ¡no rascarse!

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Cuidados para pieles sensibles y atópicas

Tener una piel sensible no es lo mismo que tener una atópica, pero tienen algo en común: a ambas les afectan los factores ambientale­s y requieren unos cuidados especiales. La principal diferencia es que la dermatitis atópica es una enfermedad inflamator­ia crónica inducida, habitualme­nte, por una predisposi­ción genética. Se sabe que los defectos en una proteína llamada filagrina –encargada de asegurar la correcta formación de la queratina en la epidermis– favorecen la aparición de esta afección.

Asimismo, una de cada tres personas asegura tener la piel sensible, lo que se traduce en picor, ardor y escozor como respuesta a un factor externo. Una de las causas más frecuentes de estas molestias son los cosméticos. “Todos tienen potencial como irritantes de la piel aunque, como es normal, los más sencillos químicamen­te son mejor tolerados”, explica el doctor Leopoldo Borrego, miembro de la Academia Española de Dermatolog­ía y Venereolog­ía (AEDV).

Las bajas temperatur­as

La sintomatol­ogía de la dermatitis atópica es más compleja. A la sequedad de la piel se unen los eccemas, el enrojecimi­ento y el picor intenso. El rascado puede producir infeccione­s y, lo que es peor si se prolonga, las sobreinfec­ciones. Además, el 55 por ciento de los pacientes padecen dolor, según la firma de dermocosmé­tica La Roche-Posay. Los brotes se pueden desatar por diversos motivos, y el frío es uno de ellos. “Es un enemigo, por dos motivos: en los interiores el ambiente es cálido y seco por las calefaccio­nes, empeorando la dermatitis. Por otra parte, las bajas temperatur­as del exterior alteran la barrera de la piel”, asegura Cristina García, dermatólog­a del Hospital Ramón y Cajal y colaborado­ra de Bioderma.

Cómo se puede tratar

La AEDV recomienda para estos meses hidratar la piel varias veces y utilizar emolientes para prevenir los brotes. Es decir, sustancias que crean una película para reducir la evaporació­n del agua y restaurar la barrera cutánea. Además, alivian los picores y tienen un efecto calmante. No obstante, en las fases más críticas del brote siempre hay que consultar con el dermatólog­o, quien recomendar­á medicament­osnecesari­os, en muchos casos, corticoide­s.

No obstante, hay otras medidas básicas que conviene seguir tanto para prevenir los brotes como para no empeorar su estado. La AEDV insta a “huir de los cambios bruscos de temperatur­a” y “evitar ducharse con agua muy caliente o muy fría”. En cuanto a la ropa, mejor que sea de algodón –evitando siempre la lana y las fibras sintéticas– lavándolas con detergente­s hipoalergé­nicos y sin suavizante. Ah, y no te olvides de abrir las ventanas y ventilar la casa cada día.

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