El teleadicto
Será por la necesidad de evasión que pide el cuerpo cuando el confinamiento ahoga, pero las series que veo estos días me calan de una forma diferente. Más orgánica, que dirían los modernos. Hablo en especial de Veneno, y eso que solo hay un capítulo porque la crisis sanitaria impidió que la finiquitaran. Antes, un poco de ombliguismo: en Supertele vimos nacer y crecer a Javier Calvo y Javier Ambrossi como actores y fuimos los primeros en acudir a un garaje en la periferia de Madrid para los ensayos de un musical diminuto que se iba a titular La llamada. La frescura, la honestidad y el compromiso con la diversidad que apuntaban en ese debut no solo siguen latiendo en el biopic sobre la Veneno, sino que cobran aún más potencia gracias a la solidez técnica y a un guion muy bien cimentado. El primer acierto es el punto de vista: quien cuenta la historia no es la propia diva trans, sino una persona a la que le cambió la vida y que escribió las memorias en las que se basa la serie. Esa distancia, marcada por un juego perfecto de capas temporales, logra un efecto trascendente: no solo refleja la dura vida de una anti-heroína, sino que proyecta un mensaje sobre la identidad y la liberación sumado a un grito, imprescindible, en defensa de los outsiders. Además de un análisis sobre el papel de los medios en la creación de referentes. Por el camino se marca un retrato chispeante de la España noventera y dosmilera con brochazos kitsch al estilo Paquita Salas, y actuaciones tan afinadas como emotivas.
Ojalá el virus permita que me siga envenenando muy pronto.