Si te lo perdiste…

Voy a plantear una pregunta que seguro que le ha surgido a muchos devoradores de series confinados. ¿ La Casa de Papel es buenísima o malísima? Después de ver la cuarta temporada en día y medio y de haberle dado algunas vueltas, creo que tengo una respuesta: es buenísima en lo que es buena y malísima en lo que es mala.

¿Qué es lo primero? El ritmazo, por supuesto, con un par de capítulos de pura acción que han quedado para enmarcar. Me voy al extremo: es la ficción española más explosiva y mejor ejecutada de la historia en lo que se refiere a escenas trepidantes a contrarreloj. También hay que destacar que esta etapa en Netflix ha sumado algunos personajes de cómic pero con capas ibéricas y genuinas como los de Najwa Nimri (Sierra) y José Manuel Poga (Gandía). En el lado chungo de la balanza, no se puede esconder que la trama tiene ‘un buen lejos’, pero en cuanto te fijas un poquito ves agujeros por todas partes. Hay que hacer un auténtico acto de fe para obviar que la mitad de los giros de guion se pasan la verosimilitud por el forro. Y luego está el tono, pasadísimo de vueltas en lo dramático y lo romántico con un objetivo: acumular momentos icónicos que se puedan viralizar en forma de memes o de frases inspiradoras. Entiendo que hay quien goza de esta tendencia a la caricatura, pero a mí se me rompe el pacto con el espectador. Sobre todo cuando te percatas de que estos ocho episodios han sido un truco circular sin avance real. Al menos así tendré otra oportunidad de amarla-odiarla...