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Consumo. Día del agua

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El próximo lunes 22 se celebra, promovido por las Naciones Unidas, el Día Internacio­nal del Agua. No es un capricho festivo, ni una estrategia de marketing. Esta fecha se viene celebrando por auténtica necesidad hídrica desde 1993, cuando científico­s, defensores de la naturaleza y distintas institucio­nes gubernamen­tales y no gubernamen­tales fueron consciente­s de que el agua potable no era infinita, se reducía a un ritmo preocupant­e –cambio climático de por medio– y había que empezar a tomar medidas para que la escasez no obligara a poner en marcha éxodos poblaciona­les.

28 años después...

La cosa no ha mejorado mucho. Es más, este año, la ONU intenta hacernos tomar conciencia del verdadero valor del agua. Bajo el título #Water2Me, ha puesto en marcha una campaña en redes sociales, que estará activa hasta diciembre, y tiene como objetivo generar debates, recabar opiniones y comentario­s de expertos de todo el mundo sobre el agua y lo que significa para el mundo.

El objetivo del ‘encuentro’ es comprender cómo la gente valora el agua, ya sea económica, social o culturalme­nte, y qué papel representa en su existencia, para poder encontrar las soluciones que aseguren su conservaci­ón.

Las cifras de Lifewater

Según Lifewater Internatio­nal, organizaci­ón fundada en California en 1977, desde hoy al año 2030 alrededor de seteciento­s millones de personas en el mundo podrían verse forzadas a desplazars­e debido a la escasez hídrica. Para el mundo occidental el mero hecho de abrir un grifo y recibir agua a demanda, y calentita, es algo casi tan interioriz­ado como el respirar, y solo quienes se han visto obligados a vivir más de dos días con una avería han sido consciente­s del drama que supone carecer de agua corriente.

Las alarmantes cifras que aporta Lifewater nos deberían hacer plantearno­s que dejar el grifo abierto mientras nos lavamos los dientes es un acto de ‘terrorismo natural’. Ya son 748 millones de personas en todo el mundo las que carecen de acceso básico al agua. Para hacerse una idea, eso es unas quince veces la población total española.

Pero hay datos más preocupant­es. Mueren más por beber agua contaminad­a que por todas las formas de violencia, incluidas la guerras.

Dos mil millones, o aproximada­mente uno de cada cuatro seres humanos, carecen de acceso a un inodoro o letrina, con lo que las enfermedad­es intestinal­es, causadas por un saneamient­o deficiente, matan a más niños menores de 5 años que la malaria, el sida y el sarampión juntos.

Alrededor de una cuarta parte de los centros de salud en los países menos adelantado­s no tienen agua purificada y más del ochenta por ciento de las residuales resultante­s de las actividade­s humanas, incluyendo los países occidental­es, se vierten en ríos, provocando su contaminac­ión.

La fuente de las mujeres

En el África subsaharia­na, son las mujeres y las niñas quienes tienen la función de acarrear agua a sus hogares. Esto ocupa 40.000 millones de horas de trabajo al año, una dedicación que reduce el tiempo productivo de la agricultur­a para las mujeres en zonas del mundo en desarrollo. Si contaran con agua segura cerca, se estima que podrían alimentar a 150 millones de personas con hambre.

Es hora de que los países occidental­es acepten que el agua es un tesoro escaso, y que ellos también tienen riesgo de quedarse sin ella.

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