El teleadicto
Más allá de los titulares, tenía ganas de ver la entrevista a Meghan y Harry para entender la puesta en escena de la exclusiva del siglo. A la cadena CBS le da igual qué pasa con una institución de un país extranjero; lo que se buscaba, y se logró, era montar una derivada en versión talk show de The Crown, a la que se aludió como fuente. Con una compatriota, Meghan Markle, de protagonista y coguionista. Oprah Winfrey, la diosa de este género, logró la máxima repercusión con una charla aparentemente casual pero diseñada al milímetro para activar cada bomba en el momento justo, con el tono adecuado. Cada “What?” de Oprah, con esa naturalidad opuesta al protocolo de una Casa Real, era un meneo no tanto a los Windsor, que también, sino al corazón de la audiencia, como para hacer creer que nunca se había presenciado una injusticia igual. ¡Cómo han podido maltratar así a esta Cenicienta! Esa retórica del cuento de hadas (también se aludió a la Sirenita, tela), con la plebeya que casi pierde la vida por culpa de los villanos racistas, es oro televisivo. Y también una perfecta falacia, porque el discurso de la pareja era de una superficialidad ideológica aplastante, donde el hambre de privilegios y dinero brillaba tanto como el sol en esa finca de Los Ángeles. Al mismo nivel, y no es broma, que Belén Esteban expulsada de Ambiciones, solo que éticamente más obsceno.