El teleadicto
Empecé a ver la segunda temporada de Merlí. Sapere
aude sin saber que era la última. Y reconozco que me ha dado pena. Es verdad que es una propuesta un poco redicha, sobre todo en su primera etapa escolar, y que la continuación universitaria de Movistar+ coge muchos elementos de las ficciones juveniles actuales para darle morbillo al meollo filosófico. Pero lo importante es que esa tormenta de ideas sigue en el centro de todo. Ahora que lo podemos analizar con cierta perspectiva, me parece de un mérito gigantesco que una serie popular, y con una buena base de seguidores fieles, haya logrado plantar la semilla del debate, del pensamiento crítico en millones de jóvenes. Porque, y perdonad que sea yo el que me ponga estupendo, el entretenimiento liviano es maravilloso siempre y cuando sea el complemento de otros estímulos que de verdad nos agiten los cimientos. Yo no sería quien soy si no hubiera fabulado sobre la trascendencia con The Leftovers, si no hubiera vivido la degradación moral de una sociedad a través de Patria, si no hubiera probado el poder corrosivo de la ambición en House
of Cards, si no hubiera reflexionado sobre el reflejo mediático de la transexualidad gracias a Veneno. En estos tiempos de polarización extrema, necesitamos más historias así como antídoto contra el aborregamiento y la idiotez, la puerta de entrada de los grandes males.