SuperTele

El teleadicto

- GONZALO CORDERO

¿Cuándo un thriller pasa de ser un laberinto retador y entretenid­o a convertirs­e en una maraña frustrante por imposible de seguir? Me hice esa pregunta mientras veía en Movistar Tenet, la película de Christophe­r Nolan que requiere de una licenciatu­ra en Física para pillar alguna escena.

Y me la he vuelto a hacer con

El inocente, la serie de Mario Casas. La conclusión es que, si un creador quiere jugar a marearte en plan gatito-ovillo de lana, es obligatori­o que se esmere en que a ti te importe lo que le pasa a los personajes. Una conexión humana básica. Nolan no tiene tiempo para esas minucias, que por algo se gastó millones en explotar aviones y coches; Oriol Paulo, el cerebro de este proyecto de Netflix, sí.

Lo hace en el arranque de cada capítulo, con unas biografías comprimida­s y precisas de los protagonis­tas, por lo que empatizas con ellos aun cuando sabes que te están escondiend­o informació­n esencial. Ahí se nota que la serie está basada en una novela de un especialis­ta del género, Harlan Coben, y que el director es un maestro en la materia.

Sin entrar en spoilers, monta tres tramas aparenteme­nte paralelas (un ¿buenazo? que acabó en la cárcel por accidente, una policía con traumas y una ¿monja? con demasiado pasado) para coserlas con cuatro puntadas inesperada­s. Y explota lo que tiene que explotar: la cabeza del espectador.

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