LA TRACCIÓN TOTAL SE CONECTA EN 0,165 SEGUNDOS, LO QUE SUPONE RECORRER 5,5 METROS CIRCULANDO A 120 KM/H
trabajo realizado por los técnicos de Pirelli (increíblemente ningún coche pinchó con unas ruedas deportivas de asfalto de muy bajo perfil), así como la enorme rigidez del bastidor, fabricado en aluminio en un 80 %, rigidez que se tradujo en la ausencia total de “grillos” circulando por las zonas más rotas.
Acabada la experiencia todoterreno, nos esperaba la Serpentine Road, denominación que recibe el tramo más montañoso de la carretera P1 que nos lleva de Lovcen (a 1.749 metros de altitud), hasta el aeropuerto de Tivat, en la costa del mar Adriático, desnivel que se salva en unos escasos 15 kilómetros a través de 17 horquillas.
Extraer todo el jugo a los 380 CV del F-Pace en este escenario no es fácil. Si te decides a hacerlo sin tocar ningún botón, pronto descubrirás que los controles electrónicos de tracción y estabilidad son bastante precavidos, y no te dejarán salir de forma fluida si aceleras antes de tiempo o más de lo que deberías a la salida de cualquiera de las paellas de esta deliciosa carretera. Conviene aclarar que el F-Pace envía todo el par disponible, en condiciones normales, a las ruedas traseras. Solo cuando aparecen las pérdidas de motricidad, se conecta, automáticamente y de forma progresiva, el tren delantero, capaz de gestionar hasta el 50 % del par disponible.
Esta configuración presenta varias ventajas, como reducir las injerencias del par motor en la dirección o contribuir a lograr consumos razonables. La contrapartida está en su rapidez de reacción, que está lejos de la que muestra no ya un Porsche Macan sino también un BMW X3. Después de mucho toquetear, encontramos la mejor configuración: cambio Sport secuencial, ESP off, IDD en modo Dynamic y mapa del acelerador Normal. ¡Bingo! Ahora ya empezamos a disfrutar.
Con esto no quiero decir que hasta ahora no lo hayamos hecho. El motor V6 sobrealimentado es una fuente inagotable de diversión. Ofrece el rendimiento esperado de sus 380 CV y añade un rugido metálico adictivo que nos obliga a intentar llevarlo al corte de inyección cada vez que encontramos uno de los numerosos túneles repartidos por la red de carreteras secundarias de este montañoso país; un ejercicio tan gratificante como arriesgado, ya que no nos ayudará a pasar inadvertidos en un país sin autopistas en el que la velocidad máxima absoluta es de 80 km/h y las multas se cobran en el acto. No sabemos si Julian Thompson ha tenido que ver algo también en el “diseño” de este sonido; de ser así, entendemos de sobra el porqué de su risueño semblante.