NUNCA ES TARDE
Desde hace más o menos años, Volkswagen, Audi, Porsche, Škoda e incluso Bentley ya habían puesto su pica en el mercado TT. Seat ha sido la última marca del grupo en estrenarse, pero lo ha hecho con un producto bien planteado, al que auguramos un gran éxit
Llevábamos mucho tiempo esperándolo; antes, incluso, de que naciera esta revista. Lo esperábamos desde que en 1986 naciera el Ibiza Bimotor (el primer 4x4 de la historia de Seat), desde la aparición del Toledo Marathon (un extraordinario prototipo de raids creado en 1992), lo esperábamos cada vez que Seat nos ponía los dientes largos con un prototipo aventurero como el Salsa Emoción (año 2000), el Tribu (2007), el IBX (2011) y más recientemente el 20V20 (2015). Es verdad que habíamos matado el gusanillo con el Altea Freetrack4 (allá por 2007) y con el León X-Perience (que empezó a venderse el año pasado), pero, hasta la aparición del Ateca, Seat no había tenido un modelo de calle específicamente planteado desde cero para salir del asfalto, sino tan solo turismos más o menos adaptados para rodar por caminos sencillos.
Por todo esto, el Ateca no es un modelo más, y las expectativas que ha levantado son enormes. Seat ha optado por atacar directamente la parcela más suculenta del mercado TT, que es también la más competida y donde las posiciones parecen más inamovibles: la de los modelos de tamaño compacto o medio, donde milita el Nissan Qashqai.
Con una longitud de 4,36 metros, el recién llegado mide prácticamente lo mismo que el Qashqai, pero le supera ampliamente en capacidad de maletero, y también ofrece una gama mecánica más amplia y potente, además de unas capacidades moderadamente superiores fuera del asfalto. Pero, vayamos por partes.
El Ateca se fabrica en Chequia
El Ateca está construido sobre la plataforma modular del grupo Volkswagen (MQB), que ya emplea una docena de modelos a la venta o de inminente lanzamiento, incluidos el Volkswagen Tiguan, el Audi Q2 y el Škoda Kodiak, junto al cual se produce el Ateca, en la planta checa de Kvasiny. Lo novedoso de la plataforma MQB es su compatibilidad con vehículos de diferentes segmentos, ya que se compone de varios módulos específicos para cada modelo y de otro fijo
Pablo J. Poza Álex Cienfuegos
que permiten desarrollar automóviles con diferentes plantas motrices, batallas y anchura de vías.
Así, el Ateca ha sido diseñado en España, pero no se fabrica aquí; todo lo contrario a lo que ocurre, por ejemplo, con el Audi Q3. Si examinamos minuciosamente su carrocería, no encontramos holguras excesivas entre las diferentes piezas o defectos en la pintura. Nos gusta especialmente el diseño de las taloneras sin pintar, muy sufridas si usas el coche en caminos con gravilla o si accidentalmente algo roza con ellas. También es acertado el diseño de las barras portaequipajes, bastante rectas y con una gran superficie útil. Menos práctico es el color negro del plástico de los parachoques, que aflora si un raspón deteriora la pintura, y también habríamos sustituido la antena a rosca por una más práctica aleta de tiburón.
En el interior, no encontramos muchas cosas que nos sorprendan. Numerosos componentes son comunes con otros modelos del Grupo Volkswagen en general y de Seat en particular, pero, al contrario de lo que ocurría hasta hace poco, se trata de componentes actuales, no de piezas ya amortizadas que, si bien seguían siendo funcionales, hacían que algunos modelos de Seat parecieran versiones baratas de sus equivalentes de Volkswagen.
Quizá lo que más nos haya gustado del interior es que todo se ha diseñado mirando al conductor, en la línea de los BMW de los ochenta, aunque de forma menos exagerada, con una sutil inclinación de la consola central, cuyo labio exterior levanta un diminuto tabique entre el puesto del “piloto” y el del acompañante que separa claramente ambos espacios.
La postura al volante es más alta que la de un turismo, ideal para los largos viajes y para ver un poco mejor en las distancias cortas, con unos asientos excelentes en el acabado Xcellence tapizados en piel