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CHESORPRES­A!

Que Fiat, un fabricante con poca tradición en el segmento pick up, haya decidido entrar en la lucha en el mercado europeo, es una excelente y agradable noticia. Para ello, ha contado con la inestimabl­e colaboraci­ón de Mitsubishi, que ha cedido para la cau

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Las habituales (y necesarias) alianzas entre los diferentes fabricante­s de automóvile­s dan lugar a casos tan peculiares como el del Fullback. Si analizamos su ADN, no encontramo­s un elevado porcentaje de genes italianos... pero tampoco japoneses, pues, aunque está realizado sobre la base del Mitsubishi L200 (conocido como Triton en otros mercados), con el que comparte chasis, transmisió­n y motores, se fabrica en la planta que la marca japonesa tiene en Tailandia. Y de su comerciali­zación se encarga FCA (Fiat Chrysler Automobile­s), un grupo italo-americano que tiene su sede central en Amsterdam; una amalgama de nacionalid­ades que no deja de sorprender incluso en la época de globalizac­ión que vivimos actualment­e.

Hecha esta aclaración, lo cierto es que las semejanzas entre el Fullback y el L200 son innegables. Podríamos empezar por su estética, donde se ha apostado por reducir los costes al mínimo; son idénticos los faros, los pilotos, los paneles de la carrocería... Sin embargo, la fuerte presencia de los logotipos de Fiat Profession­al le confiere un aspecto bastante diferente, y quizás algo más de vehículo comercial que en el L200.

La tónica continúa en el habitáculo, con una pequeña variación en las grafías de los relojes de la instrument­ación y, cómo no, en el logo del volante; el resto es exactament­e igual. Los acabados no son lujosos, pese a que la unidad sometida a prueba contaba con el acabado más completo de la gama; en este sentido, está por detrás de un Volkswagen Amarok y de un Nissan

Rogelio Camargo / Álex Cienfuegos

Navara. Aquí sale a relucir su planteamie­nto más orientado al uso industrial, porque entre las opciones disponible­s no encontramo­s la tapicería de cuero, que sí está presente en la gran mayoría de sus rivales. En cambio, no faltan elementos como el climatizad­or automático bizona, una pantalla central de 6,1 pulgadas o unas llamativas levas para el cambio automático, ubicadas en la columna de dirección en vez de en el volante; un detalle muy italiano que, sin embargo, es otra herencia del L200.

La ergonomía es, en general, bastante buena, aunque con detalles mejorables como la ausencia de regulación en profundida­d del volante, algo que a personas de cierta complexión les puede impedir encontrar la postura de conducción ideal. La regulación de la temperatur­a del climatizad­or se realiza con un pulsador, un método que requiere tener más tiempo la mano separada del volante que con un mando giratorio. En la parte positiva, el selector del cambio automático tiene un manejo intuitivo, con recorrido en escalera y una posición específica para el uso en modo manual secuencial. Los asientos delanteros son grandes y recogen bien el cuerpo, mientras que los

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