A PRUEBA DE ESCÉPTICOS
Land Rover lo ha vuelto a lograr. Su nuevo Discovery es un todoterreno con mayúsculas, capaz de superar obstáculos imposibles y de ofrecer una habitabilidad prodigiosa. Nos hemos convencido después de cruzar el Atlántico y probarlo durante 600 kilómetros
NPablo J. Poza.
os hemos acostumbrado a que cada Land Rover lanzado al mercado nos sorprenda, ya sea por su diseño, por sus acabados, por su habitabilidad, por sus cualidades todoterreno, su relación entre comportamiento en campo y en carretera o por una mezcla de todo ello. Así que ponerse por primera vez al volante de una de sus creaciones siempre es un acontecimiento relevante. Y lo es, además, porque, como todos los buenos diseños industriales, sus vehículos resultan especialmente longevos, y la configuración de su gama no se basa en la expansión, sino en el ataque certero a segmentos y nichos muy específicos, segmentos y nichos donde los Land Rover resultan demoledores.
Nos hemos acostumbrado tanto, decía, a esperar lo máximo, que no me sorprende que el Discovery consiga trepar por la majestuosa pared de roca que tengo frente a mí, como tampoco resulta sorprendente la insultante facilidad con la que ha conseguido traernos hasta esta majestuosa trialera a través de un laberinto de ríos de arena plagados de pequeñas trampas: baches y agujeros imprevistos, bancos de arena con roderas profundas y curvas pronunciadas, piedras inesperadas, tráfico cruzado de cuadriciclos y, en general, todo aquello que hace que la conducción todoterreno sea como una droga.
El nuevo Discovery, de hecho, tiene un tacto increíblemente similar al del Range
Land Rover / P. J. P.
Rover Sport. La dirección, el tarado de suspensiones, la asistencia del freno, las decisiones del cambio de marchas automático, el grado de insonorización, la luminosidad del interior, el tacto de los mandos, el aspecto de los guarnecidos, el diseño de numerosos componentes… todo resulta extremadamente familiar, y solo cuando buscamos el detalle, las diferencias empiezan a aflorar.
Comienzan las sorpresas
Pero es aquí, delante de una gigantesca roca de arenisca rojiza, moldeada por las manos de la erosión desde hace más de 200 millones de años, donde el Discovery comienza a sorprenderme. Llevo engranada la reductora y seleccionado el programa específico del Terrain Response para esta superficie. Al acelerar a fondo puedes sentir cómo la rueda delantera derecha, que está en el aire a más de medio metro sobre el suelo mientras el Discovery ataca diagonalmente la roca, se frena por completo para que su opuesta reciba todo el par motor disponible en ese eje. Puedes oír el