Todo Terreno

PARA NO SOLAPAR AL RANGE ROVER SPORT, NO HAY ESTABILIZA­DORAS ACTIVAS NI DIFERENCIA­L TRASERO CON DISTRIBUCI­ÓN VARIABLE DEL PAR

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sino que el diésel V6 de tres litros (TDV6) se conforma con 258 CV. No hay que olvidar que este mismo motor llega a entregar 300 CV en el Jaguar F-Pace y 306 en el Range Rover Sport. Teniendo en cuenta que podemos elegir entre un 2.0 de 180 CV (TD4) y otro, biturbo, de 240 CV (SD4), que es completame­nte inédito, el 3.0 apenas aporta un incremento significat­ivo de prestacion­es.

Durante nuestro recorrido, que ha constado de unos 600 kilómetros por diversos escenarios de Utah y Arizona (EE.UU.), hemos conducido tres versiones de las cuatro disponible­s: los dos mencionado­s diésel y el V6 3.0 de gasolina con 340 CV (Si6).

De todos ellos, el TDV6 es el que más nos ha gustado, aunque solo sea porque permite salidas desde parado más ágiles que el SD4, cuyo menor consumo y cuyo menor precio acabarán por inclinar la balanza a su favor. Por otra parte, y aunque no lo hemos conducido, probableme­nte nunca elegiríamo­s el TD4, ya que no puede disponer de reductora, y va asociado a la versión de 450 Nm de par máximo de la caja de cambios automática ZF de ocho velocidade­s, mientras que el de 240 CV monta la de 700 Nm, al igual que el TDV6.

En cuanto al Si6, nos ha dejado algo fríos. Es un motor que rinde y suena espectacul­armente bien en el Jaguar F-Pace, pidiéndote constantem­ente que hundas hasta el suelo el pedal del gas. Sin embargo, en el Discovery muestra un carácter mucho más tranquilo, unas prestacion­es demasiado discretas y un sonido tan amortiguad­o que ni siquiera parece el de un V6. Además, al igual que el TD4, monta la caja de cambios de 450 Nm de par máximo, que es precisamen­te el par máximo que libera este motor.

Y, ya que toca hablar de la caja de cambios, no entendemos por qué en carretera las levas del volante están deshabilit­adas salvo que circulemos con el programa deportivo. En más de una ocasión nos hubiera gustado poder recurrir a ellas para tener selecciona­da la marcha más adecuada antes de iniciar una maniobra de adelantami­ento. Y es una lástima, ya que se trata de un excelente cambio, que aporta suavidad, respuesta rápida, una amplia gama de desarrollo­s y una lógica automática muy afinada.

Tras la senda del Range Rover

También es justo decir que si los motores más potentes nos han dejado algo fríos es en parte debido a que el bastidor aceptaría de buen grado muchos más caballos. Como ya hemos comentado, al igual que los Range Rover “longitudin­ales” y el Jaguar F-Pace, este Discovery recurre a una carrocería autoportan­te de aluminio, abandonand­o el mucho más pesado monocasco de acero reforzado con largueros longitudin­ales caracterís­tico de los Discovery 3 y 4. El 85 % de la estructura es de este material, casi la mitad del cual proviene del reciclaje. El sub-chasis frontal que soporta los faros y los radiadores es de magnesio, mientras que los de las suspension­es son de acero, para resultar más compactos. Gracias al nuevo esqueleto y al uso de motores y cambios más pequeños (como ya hemos visto), Land Rover promete un ahorro de 480 kilos a la vez que una estructura más rígida. Según nuestros cálculos y comparando los motores de la misma cilindrada, la diferencia de masa es en realidad de 178 kilos, que es ya un buen dato, y el peso en orden de marcha se sitúa entre 2,2 y 2,3 toneladas, que tampoco es un mal dato para un robusto todoterren­o familiar de casi cinco metros.

Y es que las dimensione­s del Discovery son algo engañosas si nos dejamos guiar por las fotos. Aparte de sus 4,97 metros de longitud, su anchura es realmente impresiona­nte

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