UN DÍA EN LA VIDA DE UN WILDLIFE ART PAINTER

Un pintor como Herrera lo es a tiempo completo. “Son 24 horas pensando. No ficho a una hora y me voy de cañas... Si voy de cañas... sigo pensando”, afirma. El día comienza con un desayuno en la más pura de las tranquilidades en la sierra de Córdoba “con el fondo de los gorriones comiendo las migas de pan que les dejé por el jardín la noche de antes y escuchando a Mark Knopfler”. Es fácil entender que se sienta afortunado, aunque puntualiza de inmediato que “no podría vivir de otra manera”. Después de pasear a su bodeguero Pepe, ocupa las horas hasta el mediodía en el estudio, donde siempre hay desplegadas varias obras a la vez que ‘ toca’ dependiendo del momento. El almuerzo y la tarde pasan; toca ocuparse de la logística relativa a la tienda que posee junto a la galería de arte y de las labores extra artísticas de cualquier mortal. Su momento preferido para crear, como el de muchos artistas, es la quietud de la noche. “Es entonces cuando realmente disfruto, no solo por la falta de ruido externo, sino sobre todo por esa magia y ese ambiente que te permite concentrarte exclusivamente en el lienzo que tienes delante. En ocasiones, ahí también conecto en directo con las redes sociales y comparto mi estudio con las personas interesadas en lo que hago”, indica el pintor.