ÉRASE UNA VEZ... HACE MUCHO,, MUCHO TIEMPO...
Hoy hemos llegado a la siberiana Irkutsk. Me parece increíble llegar a un enclave que me hizo soñar cuando de niño devoraba los libros de aventuras. Julio Verne fue el primero en hablarme de ese lugar. Me costó pronunciarlo y fui inmediatamente a buscarlo al atlas del salón, donde había que encontrar los lugares en un índice que abultaba lo mismo que los grandes mapas que albergaba. Lo encontré en la cuadrícula que me indicaba el índice, y fue imposible contener un “¡Madre mía! ¡Qué lejos está y qué fascinante parece! Tendré que ir algún día y cruzar todas esas tierras”. Ese día ha llegado muchos decenios después de ese momento de ensoñación infantil. Así oí hablar por primera vez de Irkutsk:
El Zar volvió a mirarle cara a cara y le preguntó escuetamente:
–¿Tu nombre?
–Miguel Strogoff, señor.
–¿Tu grado?
–Capitán del cuerpo de correos del Zar. –¿Conoces Siberia?
–Soy siberiano.
El Zar interrumpió un instante su serie de preguntas. Después, mostrando la carta que tenía en la mano, dijo:
–Miguel Strogoff, he aquí una carta que te confío para que la entregues personalmente al Gran Duque y a nadie más que a él.
–La entregaré, señor.
–El Gran Duque está en Irkutsk.
–Iré a Irkutsk.
–Pero tendrás que atravesar un país plagado de rebeldes e invadido por los tártaros, quienes tendrán mucho interés en interceptar esta carta.
–Lo atravesaré.
LA PARÍS DE SIBERIA
Vamos alternando el asfalto con las pistas del interior para conocer la esencia siberiana. Algunos pueblos y granjas son pintorescos, pero otros realmente deprimentes. Resulta escalofriante pensar cómo será la vida en estos pueblos en pleno invierno siberiano. No nos extraña que cada vez que los soviéticos enviaban a los presos a los gulags siberianos fuese como si te en congelado. Es duro leer los testimonios de los supervivientes o las descripciones de muchos atormentados escritores rusos como Dostoyevski en Crimen y castigo.
eje oeste-este de Rusia son maratonianas. Podemos pasarnos cientos de kilómetros sin cruzar por un solo pueblo o ciudad. Y es que estas carreteras se concibieron en una época en la que querían evitar que los vehículos y el transporte militar pasaran por pueblos y ciudades para que las tropas se desplazasen más rápidamente y sin ojos curiosos. Tenemos que desviarnos exprofeso para conocer los pueblos siberianos. Nos habían dicho que el eje oeste-este estaba en muy mal estado, pero que muchos tramos estaban en fase de reparación. Serán varios miles de kilómetros hasta que alcancemos el lago Baikal, e innumerables veces nos hemos visto atascados en paradas obligatorias de hasta hora y media por obras de mejoramiento de las carreteras y puentes.
Cuando dejábamos el eje principal, las carreteras nos mostraban su rostro más abrupto con profundos socavones, sin mantener, o eran pistas infectas donde nuestras BFGoodrich mostraban su resistencia.
Y entre obra y obra, puente y puente y tormenta y tormenta, cada vez nos acercábamos más al lago Baikal. Después de más de 7.000 kilómetros desde que salimos de Kalmukia, llegamos a Irkutsk, llamada (exageradamente) por los rusos la París de Siberia y famosa también porque
Julio Verne la puso en el mapa para los occidentales, al ser la meta de Miguel desventuras desde Moscú. Y también fue la meta, en 1990, de la úndecima edición del legendario Camel Trophy, disputado Rover Discovery de tres puertas.
Es una gran ciudad, y al entrar en ella nos resulta algo agobiante e impersonal. Una vez relajados, paseamos por sus calles con tranquilidad; las huellas del pasado nos sorprenden en cada esquina de la ciudad con sus características casas de madera si - ropeo insertados en un entorno de cúpulas ortodoxas. Irkutsk acaba seduciéndonos, y nos dejamos capturar por su embrujo.
Y también en Irkutsk conseguimos el - mos del salvoconducto para llegar a la meta que nos hemos propuesto. Su gestión la dejamos para esta ciudad porque no sabíamos cuánto tiempo nos demo Mongolia, este era el lugar perfecto por si debíamos esperar a su emisión.
LOS DESPLAZAMIENTOS QUE EN CUALQUIER PAÍS DE UROPA SE MIDEN EN CIENTOS DE KILÓMETROS, EN SIBERIA SE CUANTIFICAN EN MILLARES
EL OJO AZUL DE SIBERIA
Pero antes de Mongolia, tenemos una cita ineludible. Detenemos el todoterreno ante las olas de una vasta extensión de agua que se pierde en el lejano horizonte, un fuerte viento silbante, playas... pero no, no estamos ante el mar; este maravilloso lugar es el gigantesco lago hemos alcanzado.
Sus aguas están frías incluso en verano, pero los rusos son duros como nadie, y hasta en invierno son capaces de sumergirse y darse un escalofriante chapuzón sin tapujos. También es cierto que el vodka que tanto les entusiasma se convierte en el zambullirse en las aguas glaciales del lago. Bajo un tímido sol, que intenta zafarse de las negruzcas nubes que descargaron el último aguacero, decidimos probar el típico pescado ahumado del Baikal que ofrecen animadas pescaderas de un mercado junto al mismo lago. El aspecto no es muy sugerente, pero el sabor es delicioso numerosas raspas que lo vertebran.
El espectacular lago Baikal es el punto más al este al que llegaremos en Siberia,
Mongolia está justo al sur de donde nos encontramos, a tan solo unos cientos de kilómetros. Antes pasaremos por una última ciudad rusa: Ulán-Udé. En ella nos icónicas y legendarias de la historia de la extinta U.R.S.S.: Lenin. En Ulán-Udé se erigió un desmesurado busto de Lenin, el mayor del imperio soviético.
En Rusia, recorriéndola paso a paso, somos tangiblemente conscientes de lo inconmensurable que es este extenso país. Si mirando un mapa ya te impresiona, viendo el cuentakilómetros sumar los casi 11.000 kilómetros que hemos recorrido hasta el momento, ya te desborda. Y nos embebemos de sus grandezas y de sus miserias, de - va, de un país realmente fascinante.
Hemos disfrutado su naturaleza, que puede ser muy traicionera, de sus nuevas carreteras y miserables pistas, de sus insólitas e inéditas repúblicas, de su híbrido conjunto humano, pero no es un adiós. Es tan solo un “hasta luego”, porque hemos de volver a Rusia por tercera vez en esta ruta.
Dejamos Ulan-Udé y recorremos los últimos cientos de kilómetros hacia la frontera mongola. La carretera se va deteriorando tan rápido como lejos va quedando la civilización. Los pueblecitos que salpican este último rincón siberiano ruso que recorremos son desoladores, y los socavones y barrizales que nos despiden de Rusia ralentizan y ostaculizan nuestras últimas etapas hacia la patria de Gengis Khan. TT
LA LLEGADA AL LAGO BAIKAL ES EL PUNTO CULMINANTE DE NUESTRA RUTA POR SIBERIA. MONGOLIA SERÁ EL SIGUIENTE DESTINO